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Mater, Madera, Materia, Madre...
Este mayo, mes de la Madre, sentémonos un momento frente a una buena taza de café, té o agua, y hagamos pequeñas reflexiones sobre el símbolo de la Madre arquetípica. No vamos a hablar de las diosas de todas la religiones, sino solamente pequeñas reflexiones sobre el arquetipo de la Madre, es decir, vayamos más allá de la Madre humana y hablemos sobre la Madre arquetípica. La Madre arquetípica puede actuar como origen, contenedor y devorador... en estas tres cualidades podemos ver cómo se desarrolla en nosotros mismos el aspecto maternal, que nos relaciona hacia el exterior —con los otros— y con nuestro interior. Pues cuando hablamos de esa Madre en nosotros, también hablamos de cómo nos relacionamos con nuestro cuerpo, con la materia, con lo material, con la realidad externa e interna, que es la “generadora de...”. Es muy importante la relación con nuestro cuerpo, porque a través de la corporalidad es como vamos a darle “cuerpo al espíritu”, al aspecto logos o espiritual. Jung decía: “Debemos volver al cuerpo para recrear al espíritu y dar así una nueva realidad a la experiencia humana”. Y aquí hablaba de relacionarnos con el cuerpo como tal, con las emociones y con la realidad concreta donde vivimos y existimos. Pero también está el aspecto materia que contiene, la Madre contenedora, la que es capaz de contener en algunas fases de la creación. Ésta es muy importante, porque es la que permite que germinen seres, ideas, conceptos, proyectos, obras. Esto lo podemos ver ejemplificado en la estatuillas de las vírgenes medievales que se abren, las “Vierge Ouvrante”, que nos están hablando del espíritu contenido o creado en su cuerpo. Pero cuando la Madre contenedora no es positiva se vuelve devoradora, destructiva. Esto, por ejemplo, se puede ver reflejado en el concepto de la Madre Patria y las migraciones masivas, pues cuando ésta no puede contener a “sus hijos”, y darles la oportunidad de que se desarrollen libremente, ellos tienen que salir, migrar, y buscar otra Madre, otro lugar que los pueda contener. Lo anterior se da a partir de un muy grave problema de nuestra época, que es la “materialidad” desenfrenada, esa que provoca la destrucción de la Tierra y de lo que ésta produce; esa que genera mucha desolación y que implica muerte. Por eso, aquellos seres humanos tienen que salir de su Madre Patria para buscar una nueva Madre generadora, contenedora, fertilizadora, que les la posibilidad de vivir plenamente, es decir, trabajar, disfrutar, tener salud, etc., donde no haya necesidad de huir, perseguidos por la destrucción o los destructores. Pero aquí el peligro es que en esta búsqueda, en este anhelo, puede ocurrirles como les ocurrió a Hansel y Gretel, que en lugar de encontrar a la Madre positiva se encontraron con una Madre devoradora. Y hablo de la Madre devoradora como aquella que —aún quedándome en mi país— me hace pensar que haciendo más “materia”, más capital, más dinero, tener más poder, me hará ser feliz. Entonces nos hace entrar en un titanismo, en un poderío que nos “des-alma”, nos deja vacíos. Es como si hubiese entrado en esa casita de la bruja del cuento de Hansel y Gretel, de muchos dulces y golosinas, pero donde puedes ser devorado por ello. Aquí el héroe abandona el aspecto de héroe y entra en un titanismo primario, sin consciencia humana que le permita relacionarse, cuando yendo a conquistar, a destruir aquello que lo aprisionaba, es tomado por aspectos titánicos, que son el impulso a ejercer la fuerza o dominio total, absoluto, de todo. El antihéroe es exactamente lo masculino devorado por la Madre, o eliminado por el Padre.
Los invito a debrayar sobre el tema de la Madre arquetípica, en cómo ella los mueve hacia el interior y hacia el exterior, y a que nos envíen sus ideas, reflexiones, sentimientos, para compartirlos Dra.
María Guadalupe Abac Archundia
Mayo de 2015 |