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Una
vez más nuestra colaboradora de la editorial, la licenciada en
filosofía Patricia Ortega Henderson, nos entrega un artículo excelente,
ahora sobre el candente fenómeno de la migración humana, que no
solamente se da en latinoamérica sino en todo el mundo. Este suceso provoca que se mezclen, cada vez más, los colores, los idiomas, las costumbres, el folclore de la gente, quizá para que nazca una nueva raza humana, emergida del dolor de una Madre Patria que no ha sido suficientemente buena. Todos aquellos que, en algún momento de nuestra vida, hemos emigrado, proyectamos en el país al que migramos la esperanza de una nueva vida, de un bienestar que no nos dio el nuestro. Sin embargo, ya estando ahí, y a pesar de todo lo que éste nos ofrece, emerge también su sombra negativa. Es decir, considero que para emerger como una nueva raza, debemos integrar tanto las sombras negativas como las luminosas de ambos países, el propio y el que nos acoge. Este mes la licenciada Ortega Henderson nos describe una faceta del fenómeno mundial, una que sucede en México, en el transcurrir de migrantes por el Istmo de Tehuantepec, en el Estado de Oaxaca. Nos narra cómo se ven en su peregrinación, trepados caóticamente en el tren al que llaman “La Bestia”, con miedos, con esperanzas, con desconfianzas, arriesgando todo, porque no hay para ellos una zona de confort, ni en su país ni en su peregrinación. Ese andar, hecho de sufrimiento, de penuria, con riesgo de morir, quizá les da el conocimiento profundo de una existencia de Ser... sólo eso, Ser, y recobrar la Voz. Muchas gracias Paty, la editorial te queda agradecida por tu colaboración. Espero que esta experiencia que viviste y ahora nos compartes nos permita reflexionar un poco en estos migrantes que están allá afuera, para ver si acaso encontramos a nuestro propio peregrino interior, ese que busca el Ser. María Guadalupe Abac Archundia
Diciembre de 2011 ¿Vivir o Morir?
Una reflexión sobre el fenómeno actual de los migrantes en México “¿Para qué llamar caminos a los surcos del azar?... Todo el que camina anda, como Jesús, sobre el mar.” Antonio Machado Octubre en el “trópico cálido y bello, Istmo de Tehuantepec…” como dice la canción, es el mes de la cosecha. Después de la temporada de lluvias aún perdura el olor a tierra mojada y, por esa fuerza misteriosa que hay en la naturaleza, todo está verde. La brisa sopla refrescando el ambiente y anunciando el cambio de estación. El sol envuelve la atmósfera con suave calor, y los árboles de guiriziña florecen y cubren el campo con un manto blanco de donde se cortan las flores para los altares. Una tarde de finales de octubre en el Istmo de Tehuantepec, se me presentó la ocasión de visitar un albergue para migrantes y el privilegio de compartir con ellos mi trabajo en una sesión grupal de psicoterapia centrada en la música. Una experiencia conmovedora, de desesperación y de intenso dolor, pero también transformadora… numinosa. Agradezco a la doctora María Abac y a la Editorial Fata Morgana la oportunidad de contar aquí, desde la perspectiva de la psicología profunda, una brevísima reflexión sobre mi experiencia y lo que para mí significa este encuentro con los migrantes. A principios de octubre, inesperadamente, una noche en la Ciudad de México recibí la invitación para asistir al día siguiente a una comida en la que conocí al padre Alejandro Solalinde, quien construyó y está al frente de la Casa del Migrante en Ixtepec, Oaxaca. Dos semanas después viajé a Oaxaca y los siguientes pasos se fueron dando como un buen presagio preparando y facilitando el encuentro. Acompañada con el sostén moral de familiares y amigas, me encomendé a Dios Padre y Madre, e inicié este camino. Conocía a los migrantes de lejos. Debo confesar que desde hace algunos años, cuando voy al Istmo, los había visto muchas veces caminando entre las vías del tren, trepados en los vagones, caminando por las calles pidiendo ayuda; me era familiar verlos como parte del paisaje y pasaba junto a ellos rápidamente sin detenerme. Sabía, de oídas por gente que vive en Ixtepec y por los medios de comunicación, que había un albergue, pero nunca lo había visitado ni había estado cerca de ellos, rodeada por ellos, conversando cara a cara con ellos, compartiendo sus miedos y esperanzas, viéndolos a los ojos, tocando su alma… sintiendo intensamente el pulso de la vida y el miedo a la muerte. Esa tarde cuando subía por el camino de tierra paralelo a las vías del tren que conduce al albergue en Ixtepec, las preguntas en mi mente, además de una honda inquietud en mi corazón eran: ¿qué los mueve? ¿cuál es su sueño?... ¿vivir o morir? De lejos, de donde empieza a bajar el camino vi, como una aparición de almas en pena que me dejó sin aliento, un grupo de esculturas puestas como bajando por una brecha estrecha, desde las vías del tren hacia la entrada; están vestidas de harapos, algunas con una venda en los ojos, desgastadas por el sol, el aire, la tierra y la lluvia. (“Pueblo de migrantes”, de Helen Escobedo, 101 esculturas colocadas fuera y dentro de la reja de entrada del albergue)
(Fotografía: P.O.H.) El impacto que me causaron estas figuras fue tremendo y era el anuncio de que me encontraba en un espacio en el límite de lo humano, en un espacio sagrado, y me abandoné en las manos de la Virgen. Un migrante encargado abrió y se dirigió a la capilla donde nos reunimos. Nos siguieron muchos más; sentí como si las esculturas se acercaran y se volvieran de carne y hueso: rostros pálidos, serios, cabizbajos, enojados y agresivos, burlones algunos, otros espantados y angustiados, tristes, la mirada perdida. En el piso de cemento de la capilla abierta se encontraban echados sobre pedazos de cartón dos perros y algunos muchachos y muchachas, muy jóvenes, varios adolescentes. Se veían cansados, sin energía, algunos enfermos; la atmósfera era tensa y pesada. Dolía verlos. En la pared del fondo de la capilla hay un enorme Cristo, una imagen de la Virgen con el Niño y otra de la Virgen de Guadalupe… ¡Respiré y di las Gracias! Colocamos una pequeña Virgen de Guadalupe sobre mi rebozo azul como mantel, prendimos una vela, pusimos flores blancas de guiriziña recién cortadas del patio de mi casa ancestral en el Istmo, el material de dibujo y, con todo lo que llevaba, hicimos un pequeño altar en el centro del piso de la capilla. Iniciamos inmediatamente la sesión; había agitación y algunos estaban distraídos y hablaban. En un momento pensé que no sería posible trabajar porque no ponían atención. Pero después de la oración y la música con que iniciamos pidiendo a la Virgen la bendición de nuestro trabajo esa tarde, uno a uno se fue presentando y compartiendo su sueño. Muchos expresaron que emprenden un camino peligroso a lo desconocido. Salen para el norte trepados en los vagones del tren de carga, “La bestia”, así llaman a la máquina. Van en camino a “La Usa”, como nombran al país vecino. Esperan ir a trabajar y ganar dinero para enviar a su familia, su mujer y sus hijos. Sólo tres o cuatro de todo el grupo (35 mujeres y hombres, aproximadamente) van en busca de familiares para regresarlos a su casa, en caso de encontrarlos vivos. Continuamos con una experiencia activa de imaginación con música. El tema que escogí para esa tarde era vincularlos con un símbolo de la Naturaleza. La armonía, la expansión y la belleza de la música inspiraron el trabajo del alma. Los muchachos lograron no sólo concentrarse, sino también relajarse profundamente; se produjo un cambio en su atención, del mundo externo al mundo interno, lo que permitió darle al inconsciente la oportunidad de expresarse. La atmósfera cambió completamente y se sentía una gran paz. (Migrantes acostados en el piso durante una sesión grupal de musicoterapia BMGIM) (Fotografía: P.O.H.)
El Método Bonny de Imaginación Guiada con la Música, es un método de psicoterapia basado en un marco teórico junguiano, que combina un campo de resonancia musical y trabajo activo de imaginación para propiciar el autoconocimiento. Este modelo de musicoterapia ofrece una nueva y especial manera no verbal, emocional y corporal, más femenina, de recrear la habilidad natural de la psique de producir un símbolo capaz de contener y armonizar las experiencias humanas más vivas y profundas. Antes de terminar la sesión, que duró dos horas quince minutos, con el fin de contener la experiencia y registrarla externamente, los invité a hacer un dibujo de su experiencia personal. Eran como niños sonrientes dibujando felices inclinados en el suelo; muchos de los dibujos con gran talento artístico. Los dibujos mostraban símbolos de la naturaleza. Se sentía una gran vitalidad y energía en el grupo, se habían transformado por unos momentos en hombres de verdad; eran totalmente otras personas. (Migrantes inclinados dibujando en el suelo) (Fotografía: P.O.H.)
Después cada uno pasó al centro, mostrando y explicando qué significa
su dibujo. Al final, era una celebración; bailaban, brincaban, daban
maromas y cantaban. Hacían sonidos como de percusiones con la voz y las
manos. Estaban creando su propia música, tocando, cantando y bailando a
su ritmo... habían recobrado su propia Voz. Para mí, ser testigo de
que también hay alegría y agradecimiento en el dolor y compartir esta
celebración, es el mejor regalo; es una bendición.(Dibujo que sostiene un migrante en las
manos donde vemos el sol saliendo entre dos volcanes,
el cielo con
nubes y pájaros, una lancha con gente cruzando un río, un camino hacia
la casa
con árboles alrededor y un Quetzal sobre una rama) (Fotografía: P.O.H.) Este fenómeno, en lo externo, desde la consciencia que tienen los migrantes de sí mismos, lo expresan así: “Aún con el miedo que provoca este camino a lo desconocido, fatal algunas veces, salgo de mi tierra, mi país, mi familia, arriesgo mi vida, huyo de las injusticias sociales, de las carencias económicas, de los gobiernos opresivos de mi patria de origen, en donde te pueden matar en cualquier momento”. Lo que aquí trato es entender el fenómeno migratorio actual desde el nivel interno y profundo del alma humana para ver lo que para mí es una Revelación del Espíritu de los Tiempos. En la naturaleza, la migración de las especies es un fenómeno maravilloso que no deja de sorprendernos. Científicos y conservacionistas con generosa actitud han dedicado gran parte de su vida a explicar la migración, por ejemplo, de las ballenas, las tortugas, las aves, los murciélagos y la pequeña y frágil mariposa Monarca, por mencionar sólo algunas de las especies animales de nuestro país que realizan cada año la asombrosa proeza de recorrer grandes distancias de ida y vuelta. Por el contrario, el fenómeno actual de la migración de miles de jóvenes, hombres y mujeres centroamericanos, que cruzan México a diario, es un tema que duele, que abruma, que se manipula y se oculta por incómodo. Y lo mismo vale para los migrantes mexicanos en los Estados Unidos, o los migrantes africanos en Europa, o migrantes de los países árabes o asiáticos. ¿Será que proyectamos en los migrantes aspectos de sombra? Aquí quiero resaltar brevemente sólo un aspecto que aparece en la forma actual de la migración humana y que es parte de la sombra del sistema capitalista: la alienación del ser humano de la Naturaleza. María Luisa Von Franz, en Shadow and Evil in Fairy Tales, explica cómo los estados de ánimo y los anhelos secretos de la gente sencilla en una población revelan en forma clara las necesidades de su tiempo. Por ejemplo, una muchacha pobre, llena de miedos y angustias, cuyo horizonte es obscuro, no ve que ella podría ser una víctima de los tiempos. La gente sencilla no se da cuenta, y sufre más como consecuencia de lo que está emergiendo desde las corrientes profundas del desarrollo arquetípico del inconsciente colectivo. En universidades y círculos cultos se discute que, como consecuencia del materialismo, hay demasiada tecnología y no hay suficiente relación con la Naturaleza en la vida del hombre contemporáneo; algunos en las clases dominantes también se dan cuenta de esto. Pero un simple muchacho campesino que deja su pueblo para trabajar en la fábrica o va a otro país para ganar dinero no lo sabe. Sin embargo, él sufre por esto mucho más y podría desesperarse y hasta odiar a otros hombres sin darse cuenta de que él está sufriendo la enfermedad de nuestro tiempo. Paradójicamente, el migrante sale en busca del sueño del mundo capitalista que le dará la felicidad, pero no sabe que, en la forma inhumana a la que ha llegado actualmente el materialismo (de MATER) que sirve a la Madre Negativa, lo que encontrará al final del camino es su aspecto más obscuro. Puede sentir que su vida no tiene sentido y ponerse en peligro de muerte. Los migrantes son víctimas que cargan aspectos de la sombra colectiva del sistema capitalista, pero no lo saben. En su psique, un anhelo de cambio de actitud es constelado y expresado simbólicamente. En este sentido los migrantes son una Revelación del Espíritu de los Tiempos y una manifestación de la necesidad urgente de una renovación de la consciencia colectiva en el mundo de hoy. Esto es lo que los mueve inconscientemente. En un lenguaje cristiano, es el Espíritu Santo quien los mueve; el Self, en términos de la psicología junguiana. Más aún, se trata de un proceso de renovación del espíritu viviente que emergiendo a la consciencia colectiva desde una parte inesperada y oficialmente rechazada, tanto de la psique como de la gente sencilla, muestra de forma clara la necesidad del cambio deseado y urgente de los sistemas actuales hacia un mundo más humano. Necesitamos ser tolerantes con los que son diferentes; aceptar la diversidad de la gran familia humana. Necesitamos ver que el sacrificio de los migrantes no es una destrucción, sino el fundamento de lo que nos espera en el futuro. Nos falta darnos cuenta que el camino está dentro de nosotros. Se trata de un camino interior hacia la totalidad en el que la verdad, la belleza y el Espíritu dentro de nosotros nos llevan al amor mutuo en comunidad. Necesitamos devolver la dignidad y la confianza en sí mismo al hombre, a todos y a cada mujer y cada hombre en esta Tierra. Y al mismo tiempo, el fenómeno de los migrantes es un símbolo vivo de lo que, desde siempre, es el quehacer esencial de la vida humana. Me refiero al tema del ser humano como homo viator, o el hombre como ser itinerante o el hombre como un ser en vías de realización, o como peregrino de Ser… como algo esencial a lo que todos estamos llamados a realizar. P.O.H.
Diciembre de 2011 Patricia Ortega Henderson es licenciada en filosofía, psicoterapeuta.
Primary Trainer, Association for Music and Imagery. Miembro de la facultad de Atlantis Institute for Consciousness and Music. Fundadora del Círculo Dijagunaa (palabra de mujer) de mujeres zapotecas. Conductora de retiros sobre el Espíritu Femenino en Oaxaca. |