Tema del Mes > Diciembre 2008


Introducción


Este diciembre, mes en que anualmente se conmemora en México el “Milagro del Tepeyac”, Editorial Fata Morgana se complace de nuevo al presentarles otro espléndido artículo de nuestra amiga y colaboradora, la filósofa Patricia Ortega Henderson, en el que hace gala de su universal cultura y profunda capacidad de reflexión.

“Guadalupe: Historia y Símbolo”… es un excelente análisis histórico, social, religioso y psicológico tras la imagen de la Virgen del Tepeyac, representación y constancia de la reconciliación entre dos mundos que se fusionaron hace casi 500 años, pero sobre todo –y con vigencia actual y permanente– del poder detrás del Principio Femenino Positivo y de la Dualidad Divina, el Ometeotl o Dios Dos náhuatl.

Patricia nos lleva por un docto y ameno desarrollo del tema, hasta culminar ofreciendo una propuesta filosófica de vida y esperanza, de creación y conciencia.

¡¡¡ Gracias Paty por tu colaboración !!! Esperamos que disfruten de esta interesante lectura.

Equipo editorial Fata Morgana
Diciembre, 2008


Guadalupe: Historia y Símbolo
Por Patricia Ortega Henderson


Momentos Históricos

GUADALUPE: ¿cuál es el origen y significado del nombre? Nombre admirable por dos significaciones: una histórica procedente de España y, la otra, una mística de origen náhuatl. Guadalupe, nombre esencialmente español emanado del árabe, tiene una semejanza fonética con el que la Virgen dió a Juan Diego. Son varias las interpretaciones del náhuatl: de QUATLALAPAN, compuesto de cuáhuitl: “árbol”, tlalli: “tierra”, atl: “agua” y pan: “en”: (“la virgen del paraíso”). Según otra deriva de TECUANTLANOPEAUH (“la que tuvo su origen en la cumbre de las peñas”). Otra explicación reconoce en Guadalupe la voz COATLAXOPEAU (“la que pisoteó a la serpiente”).

Guadalupe es un nombre familiar a ambos, españoles e indios, pero se ha vuelto mexicano por excelencia. El nombre de la Virgen del Tepeyac, Guadalupe, llega al Nuevo Mundo con Colón, quien da el nombre a una isla antillana. Se llama Guadalupe, también, la patrona de los extremeños y de los conquistadores. Cortés, devoto de ella, murió con su imagen en la mano.






La tradición guadalupana en México tiene más de 475 años. En España, se remonta a la época de Cristo. San Lucas, el evangelista, vivió con María, la pintó y la esculpió y se han documentado milagros desde entonces. La escultura de San Lucas, en el siglo VI, la tenía en su oratorio particular el papa Gregorio el Grande, quien envió a Sevilla la imagen milagrosa de la Virgen a su amigo San Isidoro durante una época de grandes desgracias, las epidemias cesaron, el mar se calmó, realizó incontables milagros. La imagen milagrosa fue venerada en Sevilla hasta la invasión de los árabes. Para salvarla de la destrucción, la ocultaron en una cueva en la sierra de Extremadura, de la que bajaba un río que los árabes llamaron UAD-AL-HUB que significa “río de amor”. (1) En esa cueva durmió la Virgen milagrosa por 600 años hasta que en 1320, la Virgen se le apareció a un humilde pastor que pasaba por ahí con su rebaño, y le pidió que le consagraran una capilla. (2)






Las primeras fuentes publicadas en la Nueva España acerca de “El acontecimiento Guadalupano” –desde el libro escrito por el famoso predicador y teólogo Miguel Sánchez en 1648, hasta el conocido poema de Sor Juana Inés de la Cruz que pinta a la Virgen: “La compuesta de flores Maravilla/ divina Protectora Americana/ que a ser se pasa Rosa Mejicana/ apareciendo Rosa de Castilla” (3), presentan a Nuestra Señora de Guadalupe asociada con la mujer del Apocalipsis 12, perseguida por el dragón: “Y apareció en el cielo una gran señal: una mujer cubierta de sol, y la luna debajo de sus pies y en su cabeza una corona de doce estrellas”. Estos autores identifican a la “prodigiosa imagen” del Tepeyac con la visión central de San Juan en Patmos: Guadalupe es la mujer que pisotea a la bestia del Apocalipsis. Al respecto, Jacques Lafaye escribe en 1974, en su notable libro Quetzalcóatl y Guadalupe: “Recordemos los primeros versículos del Apocalipsis 12, que hacen aparecer de golpe a la imagen de Guadalupe del Tepeyac como la expresión plástica de la mujer del “Apocalipsis” (4).


Por otro lado, en el Nican Mopohua (5) (la relación en idioma náhuatl de las apariciones guadalupanas, S. XVI, en donde se da una expresión consumada de Teología India, como síntesis de la cosmovisión religiosa náhuatl y de la cristiana), se puede ver que para los indios no hubo cambios profundos en su creencia tradicional en TONANTZIN, de to: “nuestra”, nantli: “madre” y el reverencial tzin: (“Nuestra Venerable Madre”). Nombre dado a COATLICUE (“la de la falda de serpientes”) que, a su vez, se había identificado con la diosa madre original CIHUACOATL (“mujer serpiente”). Su templo estaba en el Tepeyac, donde apareció más tarde la Virgen de Guadalupe. El nombre de Tonantzin, Nuestra Venerable Madre, lo heredó, hasta la fecha, la Virgen de Guadalupe. TONANTZIN/GUADALUPE es una advocación de la madre de los dioses antiguos y, asimismo, es la Virgen María de los cristianos. Esta es la visión que pervive en el corazón del México Profundo.(6) No es un secreto para nadie que el catolicismo mexicano se concentra en el culto a la Virgen de Guadalupe. Ella es la Patrona de los mexicanos, vástagos, en el espíritu y en la carne, de dos mundos contrapuestos.
 
Como es sabido, la Conquista coincide con el apogeo del culto de las divinidades masculinas tanto entre los aztecas como en el cristianismo de los españoles. (En la teogonía azteca, COYOLXAUHQUI, diosa de la luna, es dramáticamente despedazada por la cultura masculina de los hijos del sol a través de su dios HUITZILOPOCHTLI y, en la mística de las guerras floridas y los sacrificios humanos, someten y mutilan a las otras culturas). La derrota de estos dioses -pues eso fue la Conquista para el mundo indio: el fin de un ciclo cósmico y la instauración de un nuevo reinado divino-, produjo un retorno a las antiguas divinidades femeninas; he aquí sin duda una de las causas de la rápida popularidad de la devoción a la Virgen. Las diosas madres-vírgenes antiguas Tonantzin, Coatlicue, Cihuacóatl, eran diosas de la fecundidad ligadas a los ritmos cósmicos, los procesos de vegetación y los ritos agrarios.

La Virgen católica es para los indios también “madre”, ella es el consuelo de los pobres, el escudo de los débiles, el amparo de los oprimidos, madre de dioses y hombres, de astros y hormigas, del maíz y del maguey... Exterminados sus sacerdotes y destruidos sus ídolos, cortados sus lazos con el pasado y con el mundo sobrenatural, los indios se refugiaron en las faldas de Tonantzin/Guadalupe “...de madre-montaña... de madre-agua”. (7)

Siguiendo la traducción del náhuatl sobre el “Gran Acontecimiento”, la historia de las apariciones comienza ...un frío día de invierno muy temprano al amanecer, Juan Diego, un indio piadoso va en camino... oye el canto exquisito de pájaros preciosos... ve que el cerro del Tepeyac se ha cubierto de flores brillantes..., entonces se pregunta maravillado: ¿dónde estoy?... ¿estoy acaso en el cielo?… El símbolo: IN XOCHITL IN CUICATL “Flor y Canto”, resume todo lo grande, lo bello y lo bueno que puede experimentar el ser humano, lo único verdadero en la tierra. Es el lugar donde habita y la vía de acceso (para el conocimiento humano limitado) para concebir a OMETEOTL “Dios Dos”, el principio Dual masculino y femenino. La narración continua …de pronto Juan Diego escucha una voz dulce que lo llama por su nombre “...tú el más pequeño de mis hijos... soy la siempre Virgen Santa María, Madre del verdadero Dios por quien se vive, Creador quién está en todo, Señor del cielo y de la tierra...” Ella habla y se descubre: Ella es la Madre del dios Creador supremo Ometéotl, Señor y Señora de la Dualidad.

Sobre el tema del Ometéotl náhuatl como una de las creencias fundamentales de la antigua religión, H Encarnación Anízar, filósofo de la liberación mexicano, menciona cómo recientemente Ometéotl se ha asociado por destacados teólogos y filósofos católicos con la Virgen Madre de Guadalupe. El Principio Dual toma la iniciativa de llamar y venir al indio Juan Diego. Y da la posibilidad, a todos: mestizos, indios y criollos, de llegar a ser hijos de la gran Tonantzin, “la Madre del verdadero Dios por quien se Vive”. Desde esta perspectiva, hace notar el filósofo alemán H. Beck, el evento guadalupano recobra nueva actualidad como símbolo y síntesis en la teología del siglo XXI y gana una dimensión nueva que aún no tiene la cultura cristiana europea. Además, el teólogo de la liberación L. Boff, habla del “método liberador” de la Virgen morena que permitirá la gestación de una Iglesia Amerindia en nuestro Continente. La Guadalupana es el “Rostro Maternal de Dios”. Recordemos la frase del Papa Juan Pablo I: “Dios es padre, pero sobre todo madre”. Hoy día, en la Teología India de Liberación, el sacerdote zapoteco Eleazar López, habla de “Dios, Padre y Madre”. (8)

Sin embargo, no fue sino hasta 1945, que la norteamericana Helen Behrens, por primera vez descubrió que la imagen de la Señora del Cielo que milagrosamente aparece en la manta de Juan Diego es un AMOXTLI... un “códice” indígena. En 1531, miles de indios reconocieron al instante el mensaje colectivo, pictográfico y simbólico, que contiene todos los valores indígenas. (9)



Símbolo: La Maravillosa Imagen colectiva

En primer lugar se trata de una VIRGEN MORENA (10), el lugar de su aparición al indio Juan Diego, es una colina que fue antes santuario dedicado a “nuestra madre” diosa de la fertilidad. Ella es la sucesora de Tonantzin, la diosa de la tierra y del maíz, la pequeña madre-virgen de los antiguos. Su rostro moreno es de una joven mestiza, se muestra como una virgen que espera a un niño, preñada de Dios. Guadalupe es la imagen colectiva de la encarnación viva de Dios que asume en la oscuridad de su vientre el hijo-sol de la conciencia masculina: CRISTO/QUETZALCOATL.
 


Su ropaje es de color rosa bermejo y está bordado con flores que simbolizan el Tepeyac florido (in xochitl in cuicatl) en pleno invierno. Las flores, tan relevantes para los indios que las consideraban un don de Dios a través del cual podían ponerse en contacto con Su belleza y grandeza, la Virgen las envía, con Juan Diego, al obispo como señal de su deseo de que se le construyera un santuario en ese sitio. El milagro de las flores también pintó la maravillosa imagen en la tilma de Juan Diego que se venera en el Tepeyac hasta hoy. TEPEYAC significa en náhuatl: “cerro del hablar o el cantar nuevo”. Del hablar, del cantar la Verdad. Su velo es azul celeste, cae a sus pies salpicado de estrellas de oro y constelaciones que indican la fecha del milagro.

Aparece en medio del sol cuyos rayos la rodean por todas partes. La luna en creciente debajo de sus pies. Un ángel entre nubes la va llevando sobre las manos, el ángel es Cuauhtlatoa, (“el águila que habla”), el mensajero; las alas del ángel son de tres colores: verde, blanco y rojo, colores que se asignan al dios TEZCATLIPOCA. Estos tres colores se dieron oficialmente a la Bandera Mexicana en 1821.

Para los indios ésta imagen significó la salvación de su raza. Guadalupe surge como un nuevo símbolo mexicano de unidad. Para los españoles es, asimismo, la mujer del Apocalipsis perseguida por el dragón descubierta en la devoción popular a las vírgenes apocalípticas en la Edad Media. (11) La Virgen de Guadalupe es el punto de fusión y reconciliación entre las creencias del mundo indígena (natural, afectivo) y las creencias del mundo cristiano-europeo (lógico-racional), impuesto por los españoles. La exégesis oficial moderna tiende a rechazar la asimilación de la mujer del Apocalipsis con la Virgen María.

Vista desde la psicología profunda, la aparición de la Virgen de Guadalupe fue la respuesta del Inconsciente Colectivo a la situación de orfandad en que dejó a los indios la Conquista. Guadalupe manifiesta el simbolismo del Espíritu Femenino positivo en la cultura mexicana (12). Representa la pervivencia de una imagen femenina divina. En el fondo está la espiritualidad de la cultura autóctona: su reunión y armonía con la naturaleza, divinamente abierta y receptiva. Aquí la divinidad se entiende no sólo como madre amorosa que da a luz, sino también como padre creador supremo. La “Morenita del Tepeyac” integra la sabiduría indígena y el culto a lo sagrado femenino que la concepción religiosa unilateral de Occidente ha negado por más de dos mil años. Esta imagen es, claramente, una expresión espontánea y auténtica de simbolismo de conjuntio. Psicológicamente, su supremo valor está en que manifiesta un símbolo de totalidad y complitud. (13)

Guadalupe es el símbolo nacional mexicano de unidad y emblema del poder no sólo político sino cósmico. “La bandera privada no oficial de los mexicanos” (14). Desde su aparición en tiempos coloniales, en la Independencia, la Insurgencia, y a través de toda la historia mexicana de los últimos 477 años, ella ha sido la guía de las causas de los oprimidos, de los que no tienen voz, de los que sufren. En 1998, una protesta de altos jefes del Ejercito Mexicano en la Ciudad de México (algo nunca antes visto), tomó como bandera a la Virgen de Guadalupe para marchar sobre el Paseo de la Reforma. Ese mismo año, los obispos de San Cristóbal de las Casas en su carta: “Acteal, la mujer del Apocalipsis y Guadalupe”, comparaban a su diócesis con la mujer del Apocalipsis encinta que es perseguida... “cuando los indígenas son masacrados, es la madre la que también lo es; cuando ellos son perseguidos por el sistema de poder, ella también lo es...”. El emblema de la Virgen de Guadalupe trasciende las fronteras, los migrantes indocumentados latinos en los Estados Unidos, escuchan solícitos la llamada de su voz maternal e imploran humildemente su protección. La Madre del Verdadero Dios por quien se Vive es la gran ausente en la cultura moderna de la muerte y lo más grave es que pocos se dan cuenta de ello. La Virgen de Guadalupe ha sido exaltada con muchos nombres: Reina de México y Emperatriz de las Américas, “La Estrella de la Primera y de la Nueva Evangelización” (el Papa Juan Pablo II, le dio este título durante su visita al Tepeyac en enero de 1999). La estrella es el símbolo de ambos: su poder y su glorificación. Su verdadera riqueza es la del poder del Espíritu.

Ella es un símbolo de los dos aspectos esenciales del Principio Femenino: receptividad y creatividad; es una extraordinaria manifestación de la poderosa fuerza transformativa de lo Femenino. (15) Ella encarna el Amor materno incondicional que renueva todas las cosas, y por su cuerpo y su alma humana, es posible el nacimiento del Divino Niño. El arquetipo del Niño Divino es reconocido por C. G. Jung como “la venida del Self en la realización conciente”. (16) Es difícil imaginar un símbolo femenino positivo más eficaz de esa fuerza VIRGEN procedente desde dentro y desde fuera, (“virgen”, en el sentido psicológico de una resistente matriz, abierta a ser fecundada por el Espíritu), (17) que es de donde ha de nacer una nueva CONCIENCIA a través de los poderes espirituales descritos en el Apocalipsis 2,19: Amor, Fe, Servicio y Resistencia.

Así que aquí está ella: la magnífica y espléndida mujer del Apocalipsis, afirma D. H. Lawrence, pero ELLA ES ENVIADA AL DESIERTO… en donde permanece escondida en el desierto en lugar de darle reverencia y el honor que merece. Esta es la última vez que la vemos, ella ha estado desde entonces en el desierto, La Gran Madre Cósmica coronada y con su manto de estrellas, la MAGNA MATER. Desde su huída, tenemos sólo vírgenes o prostitutas, medias mujeres: la mitad mujer de la Era Cristiana… Y nunca ha sido llamada de regreso. Esta es una manía anti-vida. Hoy la mejor parte de la mujer está aprisionada en el Logos, ella no tiene cuerpo, es abstracta. Esta Gran Madre Cósmica no tiene lugar en el cosmos -o ¿caos?- del hombre, en la cultura de la muerte del mundo occidental-patriarcal. Ella no tiene lugar, ya no más… ¿Resurgirá?... ¿Será posible redimirla?... ¿honrarla y darle el lugar que merece? (18)

La voz del Espíritu Femenino es la llamada del poder del amor, de la compasión que tanto hace falta en el mundo hoy. La llamada del Amor es el mensaje de salvación revelado en la imagen milagrosa de la Virgen morena de Guadalupe. Ella encarna la sabiduría femenina y la sabiduría indígena. Ella nos invita tanto a dar a luz, a la CONCIENCIA para que el mundo sobreviva, como a que se manifieste la CREACION de una “Tierra Nueva” y un “Cielo Nuevo”... “Esta tierra volverá a nacer”, anuncia el Chilam Balam”. (19)


México, D.F. a 9 de octubre de 2008
Patricia Ortega Henderson


(1) Gutierre Tibón, Aventuras en México. Editorial Diana. México, DF, 1983, pp. 122-125.
 
(2) El historiador David Blackbourn identifica como elementos comunes en las mariofanías (Lourdes, Fátima y otras): la sencillez del humilde vidente, la entrega del mensaje, el escepticismo original del clero, la reacción hostil de autoridades civiles, las curaciones milagrosas, y finalmente, el propósito de la Iglesia de crear un culto oficial. Citado por J. Pelikan, Mary Through the Centuries. Her place in the History of Culture,Yale University Press, New Haven, 1996. p.179.

(3) Obras completas de Sor Juana Inés de la Cruz I, FCE, México, DF, 1988, p. 310.

(4) J. Lafaye, Quetzalcoatl y Guadalupe. La formación de la conciencia nacional en México, FCE, México, 2002, p. 324.

(5) J. L. Guerrero. Universidad Pontificia de México. México, DF, 1996.

(6) G. Bonfil Batalla, México profundo, Editorial Grijalbo, México, DF, 1989.

(7) O. Paz, Prefacio a: J. Lafaye, Op. Cit., p 21.

(8) Cf. H. Encarnación Anízar, art. “Guadalupe y Acteal”, en El Sol de México, México, DF, 12 diciembre 1998.

(9) J. L. Guerrero, Flor y Canto del Nacimiento de México, Edición del autor, México, DF, 1979, p. 263.

(10) Los colores tienen significado: Morena o negra es el color de la fertilidad, el color de las cuevas humedas y la riqueza de la tierra en donde comienza la vida. En la “Introducción” de Marija Gimbutas, The Language of the Goddess, Harper & Row Publishers, New York, N.Y., 1989, p. XIX.

(11) Sobre el auge del culto europeo a María en la Edad Media, Cf.: H. Kung. La mujer en el cristianismo, Editorial Trotta, Madrid, 2002, pp. 70-77.

(12) El aspecto negativo del arquetipo femenino en la cultura mexicana desde la Conquista, se ha cargado a La Malinche (la madre terrenal de los mexicanos, opuesta a la madre celestial). Ahora, 500 años después, investigadores, filósofos y escritores se han dado a la loable, justa y necesaria tarea de revindicarla. Ver: M. Aceves, Antilaberinto, Fontamara, México, 1997.

(13) Para un análisis de la imagen de la Mujer Sol-Luna Cf.: E. F. Edinger, The Apocalypse Archetype: A Jungian study of the “Book of Revelation”. Agradezco la copia del manuscrito a Louise C. Mahdi, analista junguiana y editora de Chicago, USA.

(14) Richard Rodríguez, Days of obligation: An Argument with My Mexican Father, Penguin Books, New York, 1993, pp. 16-20. Citado por J. Pelikan, Op. Cit., p. 16.

(15) E Neumann, The Great Mother, Princeton University Press, Bollingen Series XLVII, N.J., USA, 1991, p. 24.

(16) C. G. Jung. Answer to Job, CW 11, par. 714.

(17) Es importante distinguir el término “VIRGEN” en el sentido de integridad, virtud, fuerza, vigor, poder, energía vital, intensidad. Es la libertad a la creatividad, la potencia de una matriz resistente en donde es posible la transformación espiritual.

(18) D. H. Laurence, Apocalypse, Penguin Books, London, England, 1995, pp.119-122.

(19) Termino con la cita del Chilam Balam con que finaliza su artículo: “Guadalupe y Acteal” el Dr. Prof. Humberto Encarnación Anízar, quien fue arteramente asesinado, víctima de la violencia en la Ciudad de México, como un modesto agradecimiento.
 

Patricia Ortega Henderson es licenciada en filosofía, con especialidad en psicoterapia de pareja. Cuenta con entrenamiento en Musicoterapia GIM (Guided Imagery and Music). Es miembro de FAMI (Fellow of the Association for Music and Imagery). Fundadora del Círculo de Mujeres zapotecas Dijagunaa. Investiga aspectos del arquetipo femenino en la cultura mexicana antigua y contemporánea.


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