Dedicar algunos periodos al año para recordar a los muertos y, en general, para tomar consciencia de la muerte, ha sido un motivo presente en todo tipo de expresiones culturales a lo largo de la historia de la humanidad.

En esos periodos se busca establecer un contacto espiritual con aquellos que ya han cruzado hacia el Más Allá, y lograr una útil comunicación bidireccional con ellos.

Porque los de acá requerimos preguntarles y anhelamos sus respuestas, pero también los de allá están en necesidad de regresar, de preguntar y de ser respondidos —y así lo constatan innumerables narraciones, leyendas, mitos y costumbres populares a lo largo de la historia.

Un ejemplo de lo anterior surge cuando, al inició de su Camino de Individuación —y producto de su experiencia de profunda introversión— C.G. Jung realizó un escrito llamado “Los siete sermones a los muertos”, entre 1913-1916, que permaneció como material confidencial durante muchos años, dado lo sui generis de su propuesta y formato de presentación.

En dicho escrito los muertos regresan del Más Allá y solicitan a Filemón (el guía espiritual de C.G. Jung en su experiencia meditativa) respuestas a sus dudas… “Venimos de vuelta de Jerusalén donde no encontramos lo que buscábamos. Te imploramos la entrada. Tienes lo que requerimos. No tu sangre, tu luz. Es eso.”

Sobre el tema, Editorial Fata Morgana publicó en 2018 un extraordinario libro de la psicóloga junguiana Christine Maillard:


Además del brillante análisis y explicación de la autora, hay que añadir que fue traducido del francés y editado al español por el reconocido analista y experto junguiano Enrique Galán Santamaría.

¡Es una lectura que no deben perderse, por la profundidad de su contenido y por la claridad de su exposición!

Como cada mes, quedamos en espera de sus siempre interesantes comentarios.