El símbolo del Árbol Sagrado en Jung y la
Alquimia,
y en la cosmogonía del México antiguo.
por Patricia Ortega Henderson
Creación de la primera pareja humana,
Códice Vindobonensis,
lámina 37
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Los
códices (del latín codex) son
documentos pictográficos o libros
manuscritos de imágenes realizados por las grandes culturas que
surgieron y se desarrollaron en Mesoamérica, o testimonios de la
antigua palabra de la “tinta negra y
roja” que significa la sabiduría y
el conocimiento de los pueblos del México antiguo y forman parte del
Programa de la memoria del mundo por la UNESCO.
La lámina 37 del Códice Vindobonensis
ofrece una rica imagen simbólica
que proviene de la magia creativa de los Ñuu Dzaui o Señores de la
lluvia, un pueblo que vive entre las nubes, que ilustra la
creación de
la primera pareja humana y representa el origen de los mixtecos
surgiendo desde el interior de un Árbol
Cósmico florido.
De abajo hacia arriba, muestra una banda horizontal que significa la
tierra sosteniendo una cabeza de mujer, la diosa de la tierra y del
mundo de los muertos, de la cual brota el árbol con su tronco herido y
sangrante, dividido en dos mitades. Se hace evidente la presencia de
dos importantes sacerdotes realizando un ritual de sacrificio, quienes
se encuentran perforando el tronco del árbol con un cuchillo en las
manos, propiciando el nacimiento de una mujer desnuda que emerge
primero, seguida de un hombre con el cuerpo pintado de rojo, color que
simboliza el sacrificio.
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Los mitos de creación que en la cultura mixteca explican la existencia
humana se centran en la transición de la oscuridad a la luz; como si de
la brillante oscuridad del caos emergiera la pareja a la fría luz de la
creación o de la consciencia. El primer amanecer es el comienzo de los
tiempos y de los seres humanos; delante y detrás está la oscuridad que
reina en las horas nocturnas, en las cuevas maternas y en el interior
de los árboles.
Aquí, la oscuridad se concibe como un lugar de misterio en contacto con
lo sagrado, lo cual pone de relieve el origen divino del soberano y lo
constituye como el gran fundador del linaje; por lo tanto,
el gobernante ejerció el poder no sólo en el ámbito político y
social, sino también en el religioso y ritual.
Esta notable fuente pictórica precortesiana, además, relata su visión
cosmogónica y reproduce otros aspectos centrales en la concepción de
los pueblos mesoamericanos. Me refiero a la división dual primaria, una
gran división del cosmos en dos partes opuestas y complementarias que
aparece también en muchas otras culturas del mundo: luz–obscuridad,
femenino–masculino, tierra–cielo, la muerte generadora de vida, un
dualismo divino en que los dioses hijos aparecen como parejas
conyugales, así como la vinculación mutua de lo divino con lo humano.
En diversas investigaciones se ha demostrado el motivo del
Árbol
Cósmico como central en el culto de los fieles en muchas
tradiciones y
culturas de todos los tiempos. Por ejemplo, C. G. Jung (1944), en
Psicología y Alquimia, enseña
que el alquimista vio la unión de los
opuestos bajo el símbolo del árbol... el árbol que también es el
hombre... el árbol como el camino de la vida en sí mismo, un
crecimiento en lo que eternamente es y no cambia; que nace de la unión
de los contrarios.
La alquimia hizo del árbol un símbolo central de su obra, porque el
árbol representaba la naturaleza de la intensa vida interior y el
desarrollo que sigue sus propias leyes y puede revelar lo perenne
dentro del individuo. Pero el alquimista no olvidó que el árbol puede
representar no sólo un lugar de despertar a nuevos seres, sino también
de sufrimiento, prueba y sacrificio. En la iconografía religiosa de
toda Mesoamérica, así como en la alquimia, la representación del árbol
es una de las figuras centrales que también asocia íntimamente los
motivos del árbol y del sacrificio, hasta vísperas del encuentro con el
mundo europeo.
Jung llama a este centro –simbolizado en el árbol– el "
yo o Self", que
se entiende como la totalidad de la psique. El yo o Self no es sólo el
centro, sino también es toda la circunferencia que abarca tanto el
consciente como el inconsciente; es el centro de esta totalidad, así
como el ego es el centro de la consciencia.
Las imágenes simbólicas plasmadas en los antiguos códices o libros
sagrados mesoamericanos se amplifican e interpretan analógicamente; de
esta manera, se puede decir que las imágenes pintadas en los códices
son representaciones arquetípicas, de la misma manera que Jung (1944),
en
Psicología y Alquimia,
escribe sobre las imágenes simbólicas que
aparecen en los sueños:
Los símbolos del proceso de individuación
que aparecen en los sueños
son imágenes de naturaleza arquetípica que representan el proceso de
centralización o la producción de un nuevo centro de personalidad.
Patricia Ortega Henderson
Septiembre 24, 2021
Licenciada en filosofía y licenciada en psicología, con especialización
en psicoterapia de pareja, y maestra de musicoterapia BMGIM.
Imparte seminarios sobre mitología y espiritualidad Mesoamericana en el
C.G. Jung Institute, Zürich.
Es fundadora del Círculo de mujeres
zapotecas Didxaguna (Palabra de Mujer).
REFERENCIAS:
ARAS: Archive for Research in Archetypal Symbolism (2010),
The Book of Symbols. Reflections on Archetypal Images, TASCHEN
Jung, C.G. (1944). CW 12,
Psychology
and Alchemy, Bollingen Series. Princeton University Press,
p. 41.
Jung, C.G. (1928). CW 7,
Two Essays on
Analytical Psychology, Bollingen Series. Princeton University
Press