Tema del Mes > Octubre 2015

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"La memoria y la reflexión de nuestros padres reales
nos invita a entender a nuestros padres internos,

y lo que nuestra psique tomó de ellos,
modelando y pintando en nuestro ser la mayor parte de nuestro carácter;
así también, a reconocer en ellos nuestros principios éticos, morales, políticos,
y el cómo socializamos en el mundo exterior
."
 
En la zaga del riquísimo material que nos llegó, a partir de los Temas de Mes de mayo y junio pasados, sirva esta breve reflexión que hago para introducir el poético texto de la Dra. Carmen Real, y su figura del Padre. ¡¡ Muchas gracias Carmen por compartirnos esta joya literaria, que es como el guión de una bella película nostálgica y romántica !!
 
Dra. María Guadalupe Abac Archundia
Octubre 2015
 
¿Y el padre qué? 
Por Carmen Real

Querida Dra. le acerco estas líneas en gratitud por su trabajo de enriquecimiento y ampliación de la conciencia. Admirable texto, al igual que el anterior sobre la madre, que sintetiza en un breve espacio temas tan hondos y complejos.
 
Reflexionando sobre la figura de mi padre, a la luz de su artículo, él fue más un muchacho que un hombre. Era una especie de “don Juan”, digo una especie, porque debe haber mucha clase de donjuanes, y mi padre era un “dandy” , elegante, pulcro y centrado en su apariencia. Lo recuerdo aún, a pesar de ser un obrero calificado, una suerte de “vulcano” en su trabajo, pues trabajaba con fuego, fundía metales y armaba grandes recipientes que se utilizaban como contenedores de agua para reserva, por las tardes, se acicalaba, vestía traje y fumaba en boquilla. Para redondear la figura se perfumaba con lavanda y salía dejando una estela de fragancia tras de sí. Yo solía seguirlo durante todo el ritual de acicalamiento. Para mi era fascinante verlo, sonreía con frecuencia, era gracioso en el habla y hacía comentarios alegres, chistosos sobre todo. Sus camisas eran impecables, muchas veces él mismo solía dar el último golpe de plancha al cuello, porque según él mi madre no sabía hacerlo. Los zapatos bien lustrados y brillantes y los dientes blanqueados con bicarbonato. Aprendí de él todos esos hábitos de aseo. Hoy sigo con cierta obsesión por lustrar los zapatos, el perfume y el blanqueado de unos dientes que no son tan bellos como los de él.
 
Se comentaba que solía apostarse en una esquina muy conocida de mi ciudad a ver pasar las mujeres, a charlar con los amigos y a tomar café. Le encantaba bailar tango y de vez en cuando solía ir con uno de sus amigos, que era joyero, a alguna milonga. Recuerdo que yo lloraba a gritos pidiendo que me lleve, que yo también quería ir a bailar. Esto despertaba la furia de mi abuela materna y la risa y comentarios jocosos de mi padre. Por cierto al único lugar que iba con él era a la casa de mi abuela Emilia, su madre, algunos domingos. Y además podía ir al cine con él. Qué fiesta! Mi padre era un amante del cine y solía ir como mínimo dos veces a la semana cada vez que cambiaba la cartelera. Así fue como me vi todas las películas de indios y vaqueros, y las de guerra, que no me gustaban mucho porque no había romance. Me aficionó al cine y a la imagen. Eso lo tengo de él.
 
Mi padre nunca salía con mi madre, salía solo o como digo, conmigo en esas ocasiones especiales. Llevaba una vida propia, ajena a la familia. Mientras estaba en casa se dedicaba a escuchar tango, algo que me aburría enormemente, pero así aprendí la letra de muchas canciones, los nombres de los intérpretes, etc. Porque mi padre solía hablarme de ello y luego interrogarme para ver si podía reconocerlos. Luego escribí algunas letras de tango y poesías en homenaje a Piazzola, participando en varios espectáculos de tango. Si me hubiese visto mi abuela! El gozo hubiese sido para mi padre. 
 
Antes de casarse con mi madre había sido jugador de fútbol de aficionados, muy conocido por sus habilidades como arquero, incluso le ofrecieron ser un jugador profesional, pero no aceptó, pues eso lo hubiese alejado de la casa materna. Había una extraña y numinosa forma de relacionarse con mi abuela Emilia, a la que él llamaba madre, o mamá, sin artículos ni diminutivos, y cuando la mencionaba había un profundo respeto en su voz y su semblante.
 
Esa son algunas cosas que recuerdo de él. También que me compró un cajón de libros e hizo para mí una biblioteca de metal que él forjó en su lugar de trabajo con restos de metales que le quedaron. Aunque en general nunca se interesó por mi educación. Forjó también un gran brasero que oficiaba de estufa los inviernos, y un anillo con el clip de un aro de mi madre, que aún conservo y suelo usar. Es el único objeto que me quedó de ellos dos.
 
Por lo demás su figura era misteriosa, inaprensible y para mí indescifrable. Nunca me abrazó o me hizo una caricia. Una sola vez me dijo que me quería, arrepentido después de darme un golpe que me partió el labio.
 
Lo recuerdo como un hombre guapo, alegre y distante. Un hombre al que odié y amé intensamente. 
 
Con un gran abrazo y mi gratitud por todo lo que aprendí de usted, doctoraFlag Counter
 
Carmen Real

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