Tema del Mes > Octubre 2006 |
Libro "cincuenta memorias" Autor: Daniel de Laborde Yturbe "cincuenta memorias", por Daniel de Laborde Yturbe Primera Edición 2006 D.R. ©, 128 páginas, México Formato 20 x 20 cms. Introducción: Editorial
Fata Morgana se
complace presentar a todos Ustedes el libro "cincuenta memorias" por
Daniel de Laborde Yturbe, colaborador
intelectual-creativo de la misma, así como a leer el
siguiente
texto, donde explica los motivos que lo llevaron a darse y darnos este
regalo, en ocasión del cincuentenario de su vida.
Previamente, leamos lo que la Dra. María Abac comenta al respecto… Es
un trabajo psíquico, que le ha permitido integrar el
“ánima mundis” y hacer de ella su
inspiración
en la creación de un modo masculino diferente de percibir al
mundo y al él mismo.
Logra mutar el estado físico de la proyección y de la evocación a otro distinto --al sutil, al psíquico, al del alma--, donde ésta última, que generalmente está oculta, se manifiesta al exterior… logra que lo intangible haga presencia, mientras que lo tangible --o sea su aspecto sensible corporal-- se sublima. Se percibe en imágenes, como las fotografías de “Renata” y “Marcela”, la expresión de la naturaleza interior de su alma. Un espectador lo observa (“El niño del barco”) y lo invita al encuentro de uno con el otro, lo invita a penetrar en el alma de los demás y de sí mismo, dándole la oportunidad de plasmar y retener en una fotografía la belleza de la esencia de ese momento, que dejó huella en su psique. Queda aquí manifiesto el trabajo con el alma-psique, en la exposición y fijación de los momentos que nos dejan marca, unos de dolor y otros de placer, pero que al final son los que permiten la transformación de nuestro Ser. Daniel, yo como tu maestra, acompañante del camino de tu alma --y por ello también tu amiga--, te doy las gracias por este regalo, emergido del trabajo de estos años de peregrinación por tu psique. CINCUENTA
MEMORIAS
Daniel de Laborde La cifra tiene cierta magia. Estos años pasaron volando y por eso quise, a mi manera, hacer memoria y saqué mis fotografías. Con ellas quiero, no sólo festejar, sino compartir cincuenta años con mis amigos. Tuve que hacer una difícil selección de imágenes acumuladas en 35 años. El proceso, aunque largo, fue sumamente placentero: rememoré lugares, rostros e impresiones; vi, como si fuera la primera vez, fotografías en las cuales no había puesto atención. Fue como transportarme de nuevo a esos instantes y releer un diario nunca escrito. El buen ojo de Ricardo Salas fue una valiosa ayuda para llevar a cabo la elección de los cincuenta retratos. No incluí todos los que he hecho, aquí están sólo cincuenta; varios se quedaron en cajas, pero muchos más aún, habitan mi mente. En el transcurso de estos años, he tenido numerosos encuentros. Con algunos, apenas he cruzado palabra; de otros, yo diría que de la gran mayoría, guardo una imagen intacta: gestos, movimientos o frases me dejaron una sensación de permanencia difícil de expresar. Este libro es un agradecimiento a todas las personas que tuve la fortuna de conocer. Hay ausentes notables como mi padre quien, estoy seguro, habría gozado este libro. Él fue siempre un observador de oficio y para fomentar y calar mi afición me regaló una Kodak Retina de fuelle que aún conservo con cariño. Más tarde, la cambié por una cámara de 35mm y luego hace apenas un año, brinqué a la tecnología digital y de allí al uso de Photoshop. En este cuarto oscuro virtual, cerré el ciclo. Mi relación con la fotografía comenzó a los doce años. En el internado ayudaba con otros muchachos a revelar los retratos en blanco y negro de “Milou” Guerrin, maestro de matemáticas y fotógrafo apasionado. Él no usaba el exposímetro de su cámara. En el cuarto oscuro prescindía del segundero y en su lugar contaba: Un Rolleiflex, deux Rolleiflex… Stop! A mi corta edad, probé el gusto por el retrato, experimenté la impactante sencillez del blanco y negro y tuve el gozo de revelar mis propias fotos. Poco a poco, mis retratos fueron cobrando un significado particular: iba descubriendo a los demás a través de sus miradas. En realidad siempre fui curioso, pero la fotografía era un pretexto para ver, observar y quedarme discretamente detrás del lente, sin exponerme demasiado. Frecuentemente, sentía que mis sujetos terminaban compartiendo más conmigo que yo con ellos. Con este libro, espero equilibrar simbólicamente esa sensación y brindarles algo de mi. La mayoría de mis retratos es de mujeres: un tema familiar para mi ya que vivo inmerso en el mundo femenino de mi esposa y tres preciosas hijas. No puedo negar que las mujeres son un deleite, que el contacto con ellas me resulta fácil y que sus miradas me hablan. Los dioses hicieron bien las cosas… En los últimos años, he notado que retratar hombres no me es tampoco difícil a condición de relacionarme con su aspecto sensible, o mejor dicho, con el mío. La fotografía sigue revelándome mundos nuevos. Los niños también ocupan un lugar en este libro. En la página 69 está uno de mis preferidos. El pequeño estaba frente a mi en una lancha que nos llevaba a una isla al sur de Inglaterra por ahí de 1975. Permaneció viéndome sin moverse. Pude tranquilamente sacar mi cámara sin que él bajara los ojos. No hubo ni una palabra y sigo tratando de entender qué quería decir o tal vez preguntarme... Mi maestra y amiga María Abac nos acicatea frecuentemente diciéndonos que "El que no se arriesga, no deja huella", afirmación particularmente significativa para alguien que se siente cómodo detrás de una cámara… Este libro también se lo dedico a ella, así como a todos mis compañeros de los talleres de México y Guadalajara por compartir conmigo aspectos de su alma. El exponerse para mí significa correr el riesgo de ser criticado. Me arriesgo a decepcionar, a ser rechazado y obviamente a ser apreciado. Ahora recuerdo el entusiasmo de muchos amigos al ver mis fotos. Dudaba de él. Me tardé años en entender que sus comentarios eran sinceros y que yo no los tomaba en cuenta, temeroso quizá de explorar más seriamente el camino del retrato. 50 Memorias tal vez nunca habría visto el día, a no ser por la “inocente” pregunta de Susana Quintanilla hace unos meses: ¿Qué piensas hacer para tus 50 años? Esta pregunta, aparentemente inofensiva, me confrontó de nuevo con mi renuencia a exponerme, y coincidió con el interés de Teresa Ojeda por exponer mis retratos en “Los Placeres”, en Malinalco. Por si quedaba alguna resistencia, Cristina Kahlo me sugirió, clavándome una dulce estocada: "¡No dejes pasar la oportunidad de plasmar tu trabajo en un libro!" A estas tres musas, les agradezco su confianza y les aseguro que con el tiempo sabré hacer un recuento placentero ¡de sus 50 años! Carlos mi hermano ha sido un gran apoyo alentándome constantemente; además, se ofreció generosamente a cortar las marialuisas y a montar los marcos para exponer las fotografías en el Edificio San Carlos, en el Centro Histórico de la Ciudad de México. Se lo agradezco de todo corazón. Exponer en este edificio es también una manera de honrar la añeja elección de mi familia materna por vivir en este entrañable país. Agradezco el extraordinario apoyo de Ricardo Salas y su equipo de FRONTESPIZIO de Gabriel Figueroa Flores y María Fernanda Sánchez Paredes, quienes se encargaron de la larga tarea de escanear viejos negativos y realizar las piezografias, y de Pierre Koloboff y su equipo de GRETAG, quienes hicieron posible la selección final con sus tirajes especiales en blanco y negro. Quiero agradecer a muchos más pero son tantos que es imposible mencionarlos. Confío en que se reconocerán en los retratos de este libro, y si no, piensen, por favor, que guardo su retrato en mi memoria y siempre me acompañan. Quiero agradecer particularmente a mi esposa Marie-Aimée, a Manuela, Pia y Camila, nuestras tres hijas. A Marie-Aimée porque en estos 20 años juntos su incesante creatividad y dinamismo son un incentivo para abrirme, escuchar y explorar. A mis hijas, por ser una fuente inagotable de felicidad, espontaneidad, cariño, sentido del humor y… ¡Por su paciencia como modelos! Malinalco, junio 2006 |