Tema del Mes > Septiembre 2015

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Este cuento es una muestra de cuando del pathos emerge algo creativo y no destructivo. Es como una herida que en lugar de destruir puede construir la vida misma.

Parece que en éste Lety estuviera resolviendo una herida generacional y así encontrarse a sí misma, en su propia creación, representada en la bisabuela, la raíz más profunda de su feminidad. La bisabuela ya representaría la forma arquetípica de lo femenino en Lety.

El cuento en sí es muy bello, sorprendente, con rasgos un tanto cuanto kafkianos y un humor unamunesco.

Me da mucho gusto constatar cómo Lety ha emergido del silencio para adquirir su propia voz, en la creación de sí misma... gracias Lety !!!

Dra. María Guadalupe Abac Archundia
Septiembre 2015


Mirándose
Por Leticia Serrano Méndez

Estaba decidido, saldría a buscar respuestas. Hizo a un lado las sábanas y se levantó. ¿Con quién empezaría? ¡Con la bisabuela! Sí, por aquello de que, “Más sabe el diablo por viejo que por diablo”.

Se vistió de rojo, era un buen color para ese día y para esa misión.

Encontró a su bisabuela sentada en su silla de madera y paja. Mientras la escuchaba, al igual que cuando era niña, observó con detalle sus manos grandes y sus dedos chuecos, eran unas manos tiernas a pesar de eso.

- Hay mija, ¿pos cómo que te quieres volver sana, y luego? ¿Entonces pa´ qué venimos a este mundo? Acuérdese, venimos a este mundo a padecer. Yo no hubiera querido tener tantos hijos, pa´ que trae uno criaturas a sufrir, pero ya ve. Nombre, y luego si eran niñas una se apuraba más, porque ya sabía que las mujeres sufrían más que los hombres. No ve a su madre ¡pobrecita Chavelita! ¡Ah, y su Nina ni se diga!

Miró a su bisabuela con ternura, tomó sus manos, la besó y salió de ahí. Recordó que en alguna ocasión pudo sentir culpa por ser sana, libre, feliz. ¿Cómo iba a ser así cuando ellas la habían pasado tan mal?

Siguió caminando... nomás por no dejar decidió entrar a la iglesia y justo le tocó escuchar el sermón del cura:

- Hermanos, la felicidad no está en la tierra, eso no es para nosotros. La vida no es un lecho de rosas, hay que sufrir para merecer el cielo.

¡En la torre! Era el mismo mensaje que había escuchado cuando iba a misa y al catecismo. ¿Se quedaría con esa respuesta?

¿Qué tal alguien de su generación? Sí, iría a ver a su amiga Victoria. Recurría a ella cuando quería escuchar que todos tenían la culpa menos ella. A ver qué le decía.

- ¿¡Cómo pretendes ser sana, no te das cuenta, los demás ya no tendrían consideración de ti, no tendrías su atención!? Si fueras una mujer sana serías gozosa, libre, con bienestar, empoderada. ¡Agh, qué desagradable! Ya no causarías lástima y no necesitarías a las y los demás, ¡y eso es muy feo!

- Imagínate, ¡tú responsable de ti! No, no, no, mija, acuérdate ¡una sólo es una víctima del destino y las circunstancias!

¡Ups!, pensó. ¿Será cierto que si me vuelvo sana perderé la atención y consideración de los demás? ¿Podría con eso?

Por aquello de las dudas, mejor se despidió de su dramática amiga y continuó su camino.

No había avanzado unos pasos cuando vio unas sombras deslizándose por el pavimento, cuchicheándose entre sí:

- ¡Mira a esta pendeja!, ¿cómo va a estar sana? Para eso estamos nosotros aquí, para impedírselo, ¿o cómo ves Miedo?

- ¡Pos claro Angustia! ¡Ah, cómo nos divertimos azotándola, torturándola! Además, tiene que pasársela mal, ¿o no? Y luego, con eso de que le hemos hecho creer que estar en paz, tranquila, alegre, es ilegal…

- Tienes razón Miedo, hacemos bien nuestro trabajo, ¡vengan esos cinco!

Ella movió la cabeza de un lado para otro. ¡Ve nomás estos cabrones!, pensó. Pero una cosa era cierta, todavía necesitaba a los demás para luchar contra ellos, es como si no hubiera crecido lo suficiente para enfrentarlos sola.

Suspiró, se sentó en la banca de un jardín; y, mientras observaba lo maravillosos que eran los árboles, pensó que quizá las respuestas las debía buscar dentro de sí, ¡total, en los programas de autoayuda que pasaban en la radio siempre decían eso! Respiró profundo y se dispuso a oír a su niña (en los programas decían que eso de contactar con el niño interior era importante). Y escuchó:

- Necesito que los demás me vean, me toquen, me consuelen.

Esas palabras le hicieron eco: “me consuelen”. ¿A quién le estaba pidiendo todo eso? ¿Necesitaba no estar sana para conseguirlo?

Comenzó a entender. Suspiró nuevamente, sería mejor irse a casa. Ahí, frente al espejo, se quitó su vestido rojo. Se miró, con tantos años encima y no estaba sana, porque no se podía hacer cargo de sí, de asumirse como adulta, como una mujer completa. Aún no podía luchar sola contra Miedo y Angustia, y necesitaba ser vista, oída y tocada por los demás.

Alzó la mirada... una mujer con canas en el espejo le dijo:

- Tú tranquila, todo va a estar bien. Mañana te vuelves a poner tu vestido rojo y sigues caminando.

Esa noche le pasó algo extraño, durmió abrazada y acompañada de síFlag Counter

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