Nosotros,
frente y en relación al virus.
Se ha hablado ya demasiado acerca del tema del virus, pero no no lo
suficiente sobre lo que nos esta enseñando, cuestionando y demostrando.
Ese ser minúsculo, imperceptible a la mirada, que nos amenaza tanto y
que cuestiona todo nuestro actual sentimiento de grandeza cultural y
tecnológica, puede ser visto como un enemigo que ha hecho posible
cuestionar a nuestros gobiernos y gobernantes. Y es también el que ha
hecho posible el encuentro con uno mismo y el desencuentro con los
otros (a quienes ahora muchas veces los vemos con desconfianza, ya que
pueden portar a ese minúsculo ser sin vida, que se alimenta de nuestra
vitalidad).
Es decir, así como ese virus insignificante (repito, sin vida) nos
detiene y atemoriza, así también nos esta dando la oportunidad de
aprender a valorar la vida desde otra perspectiva, la de nuestra
interioridad, y nos confronta con nuestra fragilidad... ¡se han caído
los velos de grandiosidad con los que nos envolvíamos!
Otro punto importante a reflexionar es el que nos plantea, entre sus
múltiples y valiosas ideas, el filosofo coreano Byung-Chul Han en la
propuesta de su libro: “La Salvación de lo Bello”
(http://youtu.be/hBRGOaBsZno), en donde nos habla del concepto actual
cultural de belleza, que es lisa, inmaculada, “likes” que todo lo
aprueban, “selfies” donde todo es bonito, donde no se permiten las
arrugas, la vejez, la imperfección, el defecto, etc. Y él propone que
tenemos que redescubrir la belleza con profundidad, la belleza con
imperfecciones, esas que le dan la fuerza de vitalidad para mover a
nuestro espíritu.
También, del mismo filósofo coreano, otros tres libros: “La sociedad
del cansancio” (donde menciona el paradigma inmunológico, en que el
enemigo es externo y de ahí surge la sociedad disciplinaria, que es un
concepto tratado por Michel Foucault sobre el poder y la vigilancia),
“Aroma de tiempo” y “Loa a la tierra”.
Y yo observo que en estos meses, a tal aspecto cultural de la belleza
perfecta se ha opuesto el aspecto de fealdad de esta pandemia, que
tiene aterrada a toda la colectividad. Es interesante ver cómo un
minúsculo y horrible virus (feo, con puntas) aterra a la humanidad, es
un enemigo al acecho, invisible, que nos invade, nos mantiene
enmascarados, cubiertos, aislados, con pánico a la proximidad, a la
cercanía, al contacto, al contagio.
Y, de todo esto, es la verdadera belleza la más amenazada por este
virus (no la del “like” sino la belleza del espíritu que actúa en
acorde con el alma), pues surgen ansiedades, depresiones, agresiones
mutuas, aislamientos, etc., de las que ingenuamente intentamos escapar
saliendo a la calle, yendo incluso de vacaciones, a pesar del peligro,
debido a que muchos no pueden estar con ellos mismos ni con la genuina
belleza del alma, esa donde el espíritu puede hablarnos y hacernos
reflexionar sobre el sentido de la vida.
En mi caso, a pesar de estar sola en casa, es cuando más he estado en
relación con el mundo y la gente, de una manera distinta, dando y
recibiendo un cuidado remoto pero afectuoso. Lo más interesante ha sido
el encuentro conmigo misma, que me remontó a mi infancia, donde se
inicio el amor al conocimiento.
Y también hemos constatado que el arte insiste en no perecer y se
manifiesta en muchos ámbitos a través de internet, como obras de teatro
en locaciones del país de origen, visitas guiadas en vivo a famosos
museos, el surgimiento de muchos audiolibros, para que mientras los
seres humanos están accionando en otras cosas puedan escuchar libros.
En fin, ese impulso del arte a no morir, a no perecer.
Y me asombra y entristece que en este momento, junto con otros
comercios que han cerrado en México, también van cerrando importantes
librerías (algunas de éstas habían operado desde 1972), prácticamente
regalando los libros.
Les deseo que en este mes de agosto reflexionen acerca de su diario
vivir.
Dra. María Guadalupe Abac Archundia.
Agosto de 2020
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