Tema del Mes > Agosto del 2009

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En breve, Editorial Fata Morgana tendrá el agrado de ofrecer a sus lectores un nuevo y enriquecedor título, obra del analista junguiano español Dr. Javier Castillo Colomer. Su amplia experiencia profesional y terapéutica, su conocida trayectoria como escritor sobre temas junguianos y su visión fresca, innovadora y moderna de la psicología profunda, son los garantes de que ustedes encontrarán una interesante e ilustrativa lectura en nuestra nueva publicación.

Como preámbulo de este próximo suceso editorial, deseamos ofrecerles un artículo del Dr. Castillo Colomer, donde podrán percibir ya su estilo ameno y reflexivo, que nos invita a la profundización.

Dra. María Abac Klemm
Agosto, 2009


Caos, creatividad y psicoterapia
La experiencia en mi formación
Por
Dr. Javier Castillo Colomer.

En la Teogonía de Hesíodo, así como en el pensamiento órfico y neoplatónico renacentista, se recalca la filiación de Eros con Caos. Como hijo del desorden esta fuerza amorosa, que facilita y crea conexiones, necesita de una cierta dosis de incertidumbre y confusión para poder realizarse como creativa. En mi desarrollo, tanto personal como profesional, esto ha sido un hecho: el juego y baile conjunto de Eros, Caos y Creatividad se ha configurado en una fuente de inspiración fundamental en mi vida.

Si dirigimos el foco de nuestra atención al mercado de las psicoterapias podemos observar lo caótico de esta área terapéutica. Nos podemos encontrar con una oferta muy variada, tanto en objetivos como en herramientas y, por supuesto, en concepciones de lo que representa la psique en el ser humano: en un polo aparecen las visiones simplistas y mentalistas que magnifican el “pensamiento positivo” o la creación de estrategias y conductas adecuadas para la solución de problemas; en el otro, las que apelan a la complejidad de la psique y a la importancia de lo inconsciente en su desarrollo.

Aunque mis intereses profesionales siempre se dirigieron por el lado de la psicología profunda de lo inconsciente, no por ello me sustraje a la influencia de la diversidad, propiciada por el conjunto de mapas distintos que existen en esta área de conocimiento. Durante los años en que estaba inmerso en mi tesis doctoral, “Las relaciones entre la mente y el cuerpo en las tradiciones reichiana y junguiana”, se produjo la confluencia de una serie de modelos psicodinámicos en mi adiestramiento que, lejos de asegurarme en un único camino terapéutico, me generaron dudas y confusión: el psicoanálisis freudiano y sus variantes post-freudinas, el análisis reichiano y la psicología analítica clásica coexistían como mapas en el interior de mi psique. En todos ellos había tenido una experiencia como analizado y supervisado y, aunque seguía en formación, mi conocimiento de las diferentes perspectivas analíticas era bastante importante.

En mi aprendizaje como analista se fueron formando ideas diferentes, incluso contradictorias, con relación a lo que es lo inconsciente: qué elementos se configuran como motor de la conflictividad humana, cómo se relaciona el cuerpo con la mente y dónde se constela la creatividad; en definitiva una suma: Freud, más Reich, más Jung... ¿sería el caos? ¡Qué cómodo seguir con una filiación específica que me diera un modelo coherente del acontecer clínico, una Biblia que me dijera lo que es verdadero!

Recordando estos momentos me viene a la memoria un pasaje del trabajo de Briggs y Peat sobre la metáfora del caos:

 “Aunque los seres humanos tendemos a aborrecer el caos y a evitarlo siempre que nos sea posible, la naturaleza lo utiliza como medio adecuado para crear nuevas entidades, conformar acontecimientos y mantener la cohesión del universo. Esta revelación acerca del caos fue enunciada por los científicos hace más de treinta años y desde entonces ha constituido un campo de investigación permanente (...). Los sistemas caóticos están más allá de todos nuestros intentos de predecirlos, manipularlos y controlarlos. El caos sugiere que, en vez de resistirnos a las incertidumbres de la vida, lo que debemos hacer es aceptarlas. Y aquí es donde entra el segundo tema, la creatividad”. (1)

Quizá sea necesario que la incertidumbre aumente en determinados períodos de nuestra vida para que la creatividad pueda ser realmente invocada; creatividad que en muchos casos duerme plácidamente y necesita el estímulo del caos y del amor a él para ser emplazada. Bastante a menudo, nuestras pretendidas certidumbres acerca del mundo producen distorsiones y decepciones acerca de la realidad. Y aún más, estas pretendidas verdades absolutas pueden acabar oscureciendo la autenticidad profunda de nuestra experiencia individual de la existencia.

Este hecho se torna en una realidad fundamental dentro de los modelos psicoterapéuticos, donde el dogma adquiere una presencia continua dentro del corpus teórico. Ésta ha sido mi experiencia, cuando he militado en diversas ortodoxias clínicas.

A estas alturas de mi vida pienso que la integración de diferentes herramientas terapéuticas es esencial en la formación del psicoterapeuta, junto con un mapa ordenador, como el que nos aporta la psicología junguiana. El modelo que inició C. G. Jung, con las aportaciones de discípulos como M.L. von Franz, B. Hannah, E. Neumann, es de una riqueza y profundidad tal que puede ser considerado como el verdadero motor de una psicología integrativa.

La idea de un espacio analítico donde se valora tanto la consistencia y flexibilidad de un yo, para poder crecer con el conflicto y el sufrimiento, así como la perspectiva arquetípica, que nos facilita acceder a contenidos más profundos y colectivos, dando sentido a muchas de nuestras crisis, se vuelve imprescindible para cualquier proyecto que aspire acercarse a una psicología profunda, compleja e integrativa.

Durante ciertos momentos del proceso analítico puede ser fundamental tener muy presentes aspectos de la teoría pulsional psicoanalítica clásica, prestando una atención especial a lo que se proyecta en la transferencia; en otros momentos, un trabajo más activo sobre el carácter -como estructuró W. Reich- puede ser un buen instrumento para incentivar la elaboración. Ante cuadros fronterizos y psicóticos las aportaciones de la Escuela de las Relaciones Objetales -con clínicos como D. Winnicott- y la Psicoanalítica del Self -con su iniciador H. Kohunt a la cabeza- pueden ser buenos guías en un proceso que necesita de la experiencia emocional correctiva del analizado para poder llevar a buen puerto el proyecto terapéutico.

En línea con lo descrito en el párrafo anterior, las aportaciones de analistas junguianos como M. Fordham, M. Jacobi y A. Samuels han contribuido a aclarar la complejidad de la interacción analítica, posibilitando un mayor entendimiento de lo que ocurre en la relación transferencial.

Pero la sensación que estos últimos años se ha ido consolidando en mí, y ha influido de forma determinante en mi trabajo clínico, es que la profundidad y el sentido del proceso analítico se dan en la medida que podemos trabajar de forma central con el material onírico. En este sentido, las directrices aportadas por C. G. Jung y M.L. von Franz son vitales para un proceso que aspira a constelar la creatividad en un camino que nos orienta hacia la totalidad e individuación.

Concluyendo, me atrevería a decir que la capacidad que tengamos los estudiosos de la psicología profunda de ordenar los diferentes planos y materiales, que se configuran como objeto de nuestro estudio, facilitará un mapa más complejo, integrativo y sustancioso de la psique. Sin duda, los presupuestos de la psicología analítica junguiana desempeñarán un papel fundamental en la consecución de este objetivo


(1)  Briggs, F. y Peat, D., Las siete leyes del caos, Grijalbo 1999, pág. 27.

 
Dr. Javier Castillo Colomer.

Psicólogo Clínico y Psicoterapeuta de la EFPA
(Federación Europea de Asociaciones de Psicólogos).
 Analista junguiano.
Director del IVaPPA
(Instituto Valenciano de Psicología y Psicoterapia Analítica).
   
     

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