En relación al Tema del Mes
anterior, “El Ánimus ideal”, quiero compartirles dos de los comentarios
que llegaron primero, los cuales me han parecido interesantes pues
sorprende en ellos constatar que en nuestras formas de relación
proyectamos lo que integramos de nuestro masculino, referente a la
presencia o ausencia del padre; o de la madre, en el caso del hombre.
Trabajar en la relación humana, observando lo que somos y nos pertenece
—y lo que es y le pertenece al otro—, es el trabajo diario que debemos
hacer con la pareja externa, en busca de que la relación se acerque un
poco más a la realidad. ¿Qué es la realidad?... ¡¡ es una gran pregunta
!!
Pues como contesté en el primero de los textos abajo citados:
“Uffffffff! Qué pena echar a perder la vía del amor y seguir en el
"en-amor-a-miento", en lugar del verdadero amor !”.
Y en esa actitud, conforme vayamos desarrollando nuestras propias
capacidades y potencialidades —tomando consciencia de aquello que le
pedimos al otro que nos reconozca, que nos dé—, encontraremos justo lo
que tenemos que evocar en nosotros mismos, para darnos y satisfacernos,
y no esperar que sea el otro quien llene nuestras carencias.
Comentario 1
(el autor desea permanecer anónimo)
Me impresionó ver hasta dónde podemos llegar en la destrucción cuando
proyectamos el Ánimus y el Ánima, como en la película, en que ella, en
esa expectativa del Ánimus ideal, llega al punto de destruir su
creación, que es su hijo, con la contaminación del tifus, y ella
morirse; y haber roto la posibilidad de un matrimonio en donde estaba
bien contenida y amada, por perseguir el Ánimus ideal.
Al proyectar mi pareja su Ánimus ideal en mí, ella proyecta su
necesidad de ser vista y aceptada tal cual como es, con una necesidad
de relación con su Ánimus, que por los temas de su infancia, le hizo
falta el eros o ser erotizada por el Padre, lo cual es algo que, por
estar en la sombra, ella me culpa a mí.
Pero por el otro lado, también en su parte sombría, quiere
inconscientemente alejarme para volver a vivir la experiencia de no ser
vista, y mantener la misma relación con el Ánimus que ella conoce.
Y yo con mis temas de Ánima, al proyectar en ella la madre depredadora,
nos conjugamos perfectamente para darle experiencia y vida a las
heridas y experiencias de nuestra infancia, las conocidas .
Comentario 2
(el autor desea permanecer anónimo)
Estimada María,
Disfruté leer el texto que nos compartiste de Emma Jung acerca del
Ánimus y ver sus observaciones reflejadas en la película de “Carta de
una mujer desconocida”. Gracias por habernos sugerido este ejercicio
tan interesante.
Me quedó claro cómo la mujer, a falta de una imagen masculina presente
en su vida de niña, le fue imposible integrar una relación interna con
su Ánimus; las características masculinas solamente podía verlas afuera
de sí misma, en los hombres con los que se encontraba, y sobre todo en
el escritor “idealizado”, con el cual mantuvo una relación imaginaria,
nutrida por sus propios deseos y no por un encuentro real.
Pienso que la mujer, a falta de una relación positiva con su Ánimus, no
pudo desarrollar sus propias habilidades y quedó siempre al servicio de
los placeres de los hombres. Su propia madre la llamaba una “buena para
nada”, que no hacía nada. A falta de la fuerza masculina no tenía el
impulso para ir hacia el “hacer”. Me llama la atención cómo en la
película son repetidas las imágenes en las que ella frota sus manos,
acaricia objetos y, sobre todo, se observa las manos; sin embargo
permanecen intactas, nunca llega a emplearlas para el “hacer”.
Se muestra cómo de niña ella es silenciosa, distante y hasta poco
agradecida con la madre. Pienso que esto es porque guardaba cierto
enojo hacia la madre, por la carencia de una presencia masculina en su
vida que le permitiera integrar la fuerza que ella requería para poder
“tomar y emprender” su propio camino de vida. La propia madre no podía
ofrecerle el ejemplo, ya que ella misma se casa con el objetivo de ser
mantenida por un hombre.
Me gusta cómo el texto de Emma Jung nos da una pauta para reflexionar
acerca de la relación que las mujeres tenemos con nuestro propio
Ánimus. La vida externa nos da pistas de cómo es dicha relación
interna, depende de nosotras lo que hacemos con ella para poder ser más
completas y lograr integrar las características masculinas de forma
positiva.
Por último, quisiera mencionar que aquello que más me gustó de la
película fue el mensaje que me dejó el “florero vacío”. La mujer, por
evitar una confrontación con su amado y que esto mismo pudiera llegar a
manchar su relación perfecta (e imaginaria), cerró las puertas a la
“posibilidad de que se generara algo nuevo”.
Se cerró la posibilidad a que hubiera una relación entre el hombre y
ella, y que de esta forma la mujer hubiera podido empezar a integrar
aquello que para ella permanecía distante e idealizado. Se cerró la
posibilidad a que él pudiera verse a sí mismo y a que llegara a
reconocer el vacío que llevaba dentro (ya que lo llenaba con ruido) y,
por último, a que el niño tuviera un encuentro con su padre y tuviera
una nueva oportunidad de vida.
Esta historia termina con un florero vacío y un panorama seco, sin
vida, por la falta de un encuentro real y la falta de relación.
Gracias María, y gracias a la editorial por el tema de este mes