Tema del Mes > Julio 2016

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El Ánimus ideal (continúa)...
por Dra. María Guadalupe Abac Archundia

En relación al Tema del Mes anterior, “El Ánimus ideal”, quiero compartirles dos de los comentarios que llegaron primero, los cuales me han parecido interesantes pues sorprende en ellos constatar que en nuestras formas de relación proyectamos lo que integramos de nuestro masculino, referente a la presencia o ausencia del padre; o de la madre, en el caso del hombre.

Trabajar en la relación humana, observando lo que somos y nos pertenece —y lo que es y le pertenece al otro—, es el trabajo diario que debemos hacer con la pareja externa, en busca de que la relación se acerque un poco más a la realidad. ¿Qué es la realidad?... ¡¡ es una gran pregunta !!

Pues como contesté en el primero de los textos abajo citados: “Uffffffff! Qué pena echar a perder la vía del amor y seguir en el "en-amor-a-miento", en lugar del verdadero amor !”.

Y en esa actitud, conforme vayamos desarrollando nuestras propias capacidades y potencialidades —tomando consciencia de aquello que le pedimos al otro que nos reconozca, que nos dé—, encontraremos justo lo que tenemos que evocar en nosotros mismos, para darnos y satisfacernos, y no esperar que sea el otro quien llene nuestras carencias.

Dra. María Guadalupe Abac Archundia
Julio 2016


Comentario 1
(el autor desea permanecer anónimo)

Me impresionó ver hasta dónde podemos llegar en la destrucción cuando proyectamos el Ánimus y el Ánima, como en la película, en que ella, en esa expectativa del Ánimus ideal, llega al punto de destruir su creación, que es su hijo, con la contaminación del tifus, y ella morirse; y haber roto la posibilidad de un matrimonio en donde estaba bien contenida y amada, por perseguir el Ánimus ideal.

Al proyectar mi pareja su Ánimus ideal en mí, ella proyecta su necesidad de ser vista y aceptada tal cual como es, con una necesidad de relación con su Ánimus, que por los temas de su infancia, le hizo falta el eros o ser erotizada por el Padre, lo cual es algo que, por estar en la sombra, ella me culpa a mí.

Pero por el otro lado, también en su parte sombría, quiere inconscientemente alejarme para volver a vivir la experiencia de no ser vista, y mantener la misma relación con el Ánimus que ella conoce.

Y yo con mis temas de Ánima, al proyectar en ella la madre depredadora, nos conjugamos perfectamente para darle experiencia y vida a las heridas y experiencias de nuestra infancia, las conocidas .


Comentario 2
(el autor desea permanecer anónimo)

Estimada María,

Disfruté leer el texto que nos compartiste de Emma Jung acerca del Ánimus y ver sus observaciones reflejadas en la película de “Carta de una mujer desconocida”. Gracias por habernos sugerido este ejercicio tan interesante.
 
Me quedó claro cómo la mujer, a falta de una imagen masculina presente en su vida de niña, le fue imposible integrar una relación interna con su Ánimus; las características masculinas solamente podía verlas afuera de sí misma, en los hombres con los que se encontraba, y sobre todo en el escritor “idealizado”, con el cual mantuvo una relación imaginaria, nutrida por sus propios deseos y no por un encuentro real.

Pienso que la mujer, a falta de una relación positiva con su Ánimus, no pudo desarrollar sus propias habilidades y quedó siempre al servicio de los placeres de los hombres. Su propia madre la llamaba una “buena para nada”, que no hacía nada. A falta de la fuerza masculina no tenía el impulso para ir hacia el “hacer”. Me llama la atención cómo en la película son repetidas las imágenes en las que ella frota sus manos, acaricia objetos y, sobre todo, se observa las manos; sin embargo permanecen intactas, nunca llega a emplearlas para el “hacer”.

Se muestra cómo de niña ella es silenciosa, distante y hasta poco agradecida con la madre. Pienso que esto es porque guardaba cierto enojo hacia la madre, por la carencia de una presencia masculina en su vida que le permitiera integrar la fuerza que ella requería para poder “tomar y emprender” su propio camino de vida. La propia madre no podía ofrecerle el ejemplo, ya que ella misma se casa con el objetivo de ser mantenida por un hombre.

Me gusta cómo el texto de Emma Jung nos da una pauta para reflexionar acerca de la relación que las mujeres tenemos con nuestro propio Ánimus. La vida externa nos da pistas de cómo es dicha relación interna, depende de nosotras lo que hacemos con ella para poder ser más completas y lograr integrar las características masculinas de forma positiva.

Por último, quisiera mencionar que aquello que más me gustó de la película fue el mensaje que me dejó el “florero vacío”. La mujer, por evitar una confrontación con su amado y que esto mismo pudiera llegar a manchar su relación perfecta (e imaginaria), cerró las puertas a la “posibilidad de que se generara algo nuevo”.

Se cerró la posibilidad a que hubiera una relación entre el hombre y ella, y que de esta forma la mujer hubiera podido empezar a integrar aquello que para ella permanecía distante e idealizado. Se cerró la posibilidad a que él pudiera verse a sí mismo y a que llegara a reconocer el vacío que llevaba dentro (ya que lo llenaba con ruido) y, por último, a que el niño tuviera un encuentro con su padre y tuviera una nueva oportunidad de vida.

Esta historia termina con un florero vacío y un panorama seco, sin vida, por la falta de un encuentro real y la falta de relación.

Gracias María, y gracias a la editorial por el tema de este mesFlag Counter

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