Tema del Mes > Julio 2015

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Antes que nada, quiero agradecer mucho el cuantioso y valioso material recibido de ustedes, nuestros lectores, en respuesta a los temas de las figuras arquetípicas de la Madre y el Padre. ¡Ambos han sido temas muy estimulantes para la expresión de su psique, incentivando su creatividad!

Como muestra de esta enorme riqueza de respuestas y aportaciones recibidas, quiero ahora compartirles una joya: "La cuestión del Padre", escrito por Don Enrique Galán Santamaría, quien, con su enorme generosidad de ideas y conocimientos, nos complementa ahora con el tema del debilitamiento del arquetipo del Padre, y sus consecuencias individuales y colectivas.

Don Enrique Galán Santamaría —psicólogo y analista junguiano, escritor e intelectual, estudioso y gran conocedor de las Obras Completas de C.G. Jung, entre muchos otros logros y cualidades— nos permite dar cuenta actual de lo ya estimado por C.G. Jung, F. Nietzsche, J. Hillman, entre otros, postulado simbólicamente en la conocida frase "Dios ha muerto", es decir, la muerte de lo masculino patriarcal anquilosado, del concepto de autoridad como hasta ahora fue conocida.

¡Gracias Enrique por este escrito... como siempre, es un placer escucharte y leerte!

Dra. María Guadalupe Abac Archundia
Julio de 2015


La cuestión del padre
por Don Enrique Galán Santamaría

    El texto de la Dra. Abac en el último “tema del mes” de Fata Morgana pone sobre el tapete una problemática central en los tiempos que corren: el desdibujamiento de la figura del padre.

    Con una amplia literatura psicológica detrás, muy centrada en su momento en el psicoanálisis, la “muerte del padre” fue un tópico que iluminó, a través del concepto ‘liberación’, actividades muy distintas, desde la psicoterapia a la política. Retrocediendo hasta la década de 1960, se puede rastrear esta temática en los diferentes ámbitos. Se trata de una respuesta al autoritarismo creciente en sociedades progresivamente burocratizadas, dominadas por la conflictividad de la Guerra Fría, esos años que hoy se denominan “los treinta gloriosos” a causa de la expansión del Estado del Bienestar en Europa y el rentable intercambio desigual internacional.

    En el dominio propio de la psicoterapia, la “muerte del padre”, cuyo eco llega hasta la noción lacaniana del “padre muerto”, el objetivo era romper las últimas briznas del patriarcado victoriano que teñía toda la psicopatología freudiana (esas hijas histéricas de padres hipócritas, ese Presidente Schreber hijo del gran pedagogo torturador…). El individuo debía asumir una libertad interna, en peligro bajo la férula paterna. Liberarse de la tradición (inventada en el capitalismo) de una solidez económica basada en la productividad y la obediencia. Era el momento del artista romántico. Épater le bourgeois.

    Esta “muerte del padre” también se encuentra en la base de los movimientos revolucionarios políticos, enfrentados con un autoritarismo ejercido con mano de hierro y fines económicos, a partir de la reflexión europea sobre la falacia del comunismo soviético, alimentando colateralmente la expansión de la guerrilla (“foquismo”) en Latinoamérica, con la correspondiente reacción brutal de las dictaduras financiadas y dirigidas por el “hermano del Norte”.

    En aquella época, hace medio siglo, se produjeron todos esos movimientos sociales de 1968 (París, Praga, California, México…, cada uno con sus especificidades) que cambiaron la moral. Fue el momento de la liberación sexual, de los feminismos, del arte pop, de la psiquedelia, de las reivindicaciones de los presos, de los locos, etc., que transformaron la noción de la política. Y con esa transformación, la de la figura del padre, que concitó todos los ataques.

    Hoy, la situación es muy otra. La ideología revolucionaria de base marxista ha sido derrotada. El feminismo germinal ha nutrido la diferencia sexo/género, que ha derivado en una eclosión de la reivindicación gay y el movimiento LGBT, con la industria rosa que le acompaña. La propuesta foucaultiana se ha convertido en  el dominio académico de la postmodernidad. La liberación sexual se ha llevado por delante las “perversiones”. El descreimiento frente al autoritarismo ha socavado la propia autoridad, vejada por una sátira inmisericorde bajo el paraguas de la libertad de expresión. El relativismo cultural se ha utilizado para romper toda jerarquía moral y cualitativa.  El padre ha muerto.

    El patriarcado ha sido laminado arqueológica, psicológica y culturalmente. Consecuentemente, la figura de la madre se ha ido expandiendo, con fortuna, en todos los ámbitos (la Diosa, la feminización de las relaciones, la reivindicación de la emoción, el ecosistema, el apocalipsis medioambiental frente al guerrero nuclear…), muchas veces siguiendo un patriarcado oculto (supremacismo, exclusión, control del discurso…). Y muy frecuentemente bajo capa de la ideología del victimismo, que suele ser un insulto a las verdaderas víctimas, amalgamado con la exaltación de la divinización. La idealización de la madre venciendo al padre.

    Por eso el texto de María Abac es tan pertinente. Sin pasar por alto la situación general, que asocia a México con la India en el ataque que lo femenino, la naturaleza y la propia alma del mundo están sufriendo por ese padre ausente que genera la autocracia y su corrupción violenta, se centra en los modos del arquetipo del padre, que autores como Samuels ponen en entredicho.

    Al señalar las diferentes figuras que adquiere este arquetipo (senex, Midas, Cielo/Tierra, Zeus, Posidón/Hades, Urano; el Papa, el Rey, el Loco y el Sabio en el tarot) la Dra. Abac  apuesta por el pluralismo de las encarnaciones, con sus emociones asociadas. Desde ese fondo de posibilidades, cada padre singular va encontrando su propio puzzle en la biografía que lo sustenta.

    En esa biografía, este padre individual interactúa con la madre de sus hijos y con éstos. El juego familiar dibujará la trama de la función del padre (soporte del logos en el hogar y orientación en el mundo exterior al hogar). Si la situación es ideal, con una mujer satisfecha y tranquila y unos hijos que encuentran en sus padres estímulo y contención, orientación y soporte, la hija puede elaborar el amor al padre y el hijo consolidar su masculinidad gracias a él. Los padres, respirar aliviados, incluso sentirse orgullosos.

    Las situaciones reales son otras. Vivimos en sociedades desquiciadas llevadas destructivamente por objetivos a cortísimo plazo. Sociedades en las que el padre está ausente siguiendo las figuras del puer, Heracles, D. Juan y Casanova, como delimita la autora. Con encantos que se desvanecen tras terminar la hazaña. Aunque también con su dinamización. Pues estos padres ausentes buscan materializar esa libertad individual de forma hedonista y grandiosa, fieles a los cánones de este sistema titánico en que vivimos, donde el autoritarismo está destruyendo todo vestigio de autoridad tras la noción ideológica de competitividad.

    El padre ausente, sea cual sea su forma, pues siempre el padre real estuvo ausente por unas u otras razones, como en algún lugar señala Hillman, es la figura que revela cómo dimitimos de la autoridad que supone tomar una decisión individual, abrazando el autoritarismo de los hechos consumados.

    En un momento de exaltación generalizada de lo femenino y el poderío de la madre, no viene mal recordar la importancia del padre, sus formas de aparición y sus ausencias. Reivindicar la riqueza y necesidad de esa figura, presente en todo dios creador y en todo padre concreto.

    Gracias, MaríaFlag Counter

Enrique Galán Santamaría
Junio de 2015
Madrid, España

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