Interpretación analítica
Para mí este cuento trata de la redención de la carne,
no la carne como tal sino como metáfora de la sustancia de vida, que
muchas veces proyectamos en el amor.
El cuento inicia en que, dada alguna transgresión
previa, la joven es castigada y condenada a morir, echada al lago...
¿qué podría significar esto? Es una joven, lo femenino, que transgrede
a lo masculino, al padre, y es eliminada en el lago; eliminada en la
posibilidad de una vida emocional, activa, en la tierra, acá arriba, y
queda sumergida en una introversión, un alejamiento de lo humano,
entrando en una inconsciencia, perdiendo la carne. Es comida por los
peces, queda sólo el esqueleto (la muerte, el aspecto espiritual), es
decir, queda sólo lo esencial... al perder la carne se pierde lo
sensual, la sexualidad, la capacidad de relación con lo que es el mundo.
El pescador tampoco pertenece a lo colectivo, es un ser
solitario, ajeno a su comunidad; por consiguiente no sabe que en ese
lugar está prohibida la pesca, porque ahí hay cosas que suceden fuera
del ámbito de la normalidad, de lo común. Solamente un solitario,
alguien fuera del grupo colectivo, por ignorancia, se asoma o acerca a
lo prohibido.
Desde aquí podemos ver que puede haber un proceso de
redención de ambos, o una perdición... son esos encuentros de pareja en
que ambos pueden tener la posibilidad de rescatar el corazón, el amor y
la vida. ¡Vamos a ver qué sucede en este cuento!
El pescador, como
muchos de los seres humanos, la
mayoría, siempre estamos pensando en la solución total de nuestros
problemas, la panacea, lo que resuelva ya toda nuestra vida, sin darnos
cuenta de que justo ésta está bajo la sombra de la Mujer Esqueleto, que
es la esencia de la vida, el Proceso de Individuación, no hay nada que
se encuentre como solución final o panacea.
Es como si un
hombre o una mujer pensara que el haberse
encontrado con el amor sea ya la solución de toda su vida. O el haber
hecho un logro sea ya para toda la vida, ¡y no!... solamente es el
primer encuentro. Aquí lo interesante, desde el punto de vista del
hombre, de lo masculino, es que tiene que redimir a lo femenino; y
desde el punto de vista de lo femenino, es que tiene que encontrarse
con el hombre que sea capaz de extraerla de las aguas profundas,
llevarla consigo y, a través de la compasión, desenredarla, armarla y
darle abrigo.
El hallazgo, el
encuentro, es aquello que es importante
para la psique, para el alma (para Pinkola Estés, el tesoro); muchas
veces el hallazgo que tenemos no es lo perfecto, lo que queríamos, sino
al contrario, lo imperfecto, lo no terminado, lo castigado, lo que hay
que redimir. Una vida con un sentido espiritual y de alma, es todo ese
trabajo que se hace en el día a día, momento a momento, para recuperar
lo que perdimos, para sanear la herida. A mí me gusta este cuento
porque significa recuperar la carne, recuperar la sensualidad,
recuperar inclusive la cotidianidad mundana, y relacionarnos con ella y
con el otro; como dice en la narración, piel a piel, es decir, con el
contacto de nuestra primera defensa, que es la piel; pero para ello hay
que recuperar la carne, lo sustancial.
A mi consulta
llegan parejas que quieren entender o
entenderse, en las dificultades que tienen, después de haberse caído o
perdido el espejismo de la pareja ideal, o de lo ideal. Y, si realmente
hay un trabajo profundo en cada uno de ellos, se dan cuenta de que
reflejan lo que al otro le falta o lo que tiene que transformar,
redimir, en sí mismo, pero que se lo ha puesto a la pareja, o se lo
proyecta.
Y en relación a
la búsqueda de la pareja (lo que
Pinkola Estés señala como el arquetipo del Cazador/Pescador/Buscador),
lo interesante es que en la vida: a veces hacemos una búsqueda pensada,
meditada, reflexionada; otras veces los hallazgos son sorpresivos; y
otras más, nos tropezamos con el mismo tipo de pareja, que nos va a
ayudar a encontrarnos a nosotros mismos. Algunos necesitan varias
parejas; otros se topan con la “misma pareja”, pero con distinto
nombre, y cada pareja nueva va agregando nuevos conocimientos a quien
va buscando, al enamorado; y otras veces, en una sola pareja, se pueden
tener todos los procesos de conocimiento de lo desconocido en uno
mismo. En todos los casos, el otro es un espejo de nuestra alma y
nuestro espíritu. ¡En las proyecciones uno puede verse a uno mismo!
En el cuento,
encontrar a la Mujer Esqueleto no
significa el hallazgo con lo que deseamos encontrar (lo bonito, lo
intenso, lo agradable y aceptable), sino el hallazgo con lo que “no
esperamos encontrar” (las dificultades, las confrontaciones, las
intensidades o la carencia de la carne).
Generalmente, el
Ser Humano está esperando a que el de
afuera o lo de afuera lo entretenga, lo motive, y no nos damos cuenta
de que es en la cotidianidad, en el aspecto del diario estar, que
podemos internarnos en lo esencial de nosotros mismos, y entonces tener
alimento para mucho tiempo, sin la expectativa de que sea el otro quien
nos anime.
Y esas
expectativas pertenecen a la fase inicial del
encuentro, la del enamoramiento, tan llena de entusiasmo,
efervescencia, impulso, pero que necesariamente se tambalea y termina.
La verdadera relación se da sólo cuando el Cazador/Pescador/Buscador y
lo femenino hallado, o el elemento encontrado, pueden realmente
sostenerse en el develamiento de lo que son los seres reales,
quitándoles las proyecciones con que adornamos el encuentro. En este
cuento, el pescador tiene expectativas de pescar algo, de encontrar
algo, aunque sea pequeño; y, al sentir que el sedal queda prendido de
un objeto pesado, él comienza a tener expectativas de esta pesca, sobre
la solución completa de su vida; justo lo que nos sucede muchas veces
al inicio de un encuentro, imaginando expectativas para toda la vida.
Viéndolo desde la
perspectiva de las proyecciones que
podamos poner en la etapa del enamoramiento, la Mujer Esqueleto, mujer
que fue castigada, tiene que sanearse, recuperar la carne, para lo que
(en el encuentro con lo masculino y en el ser encontrada) tiene que ir
más allá de las proyecciones primarias, de expectativas que no son
reales, y empezar con lo que es la sustancia, la encarnación. Esto muy
pocas parejas lo sostienen o pueden llevarlo a cabo, porque en términos
generales queremos sólo las mieles y no el trabajo genuino, el real,
ese que sana las heridas.
Es interesante
que, en el cuento, el pescador no se
deshace de la Mujer Esqueleto, porque está atorada en el hilo de su
anzuelo. Hay una liga en la relación, un hilo conector, ambos pueden
trabajar en la relación amorosa, proyectándose el uno en el otro (ya
que sólo amándonos es como podemos ir descubriéndonos). El amor está
implícito en el sedal, el hilo que los une. ¡Mientras estén enganchados
hay posibilidad de descubrirse! Es también este enganche con el hilo de
pescar lo que permite que ella comience a tener vida, al comer el
pescado que pudo atrapar cuando fue arrastrada por el pescador. Yo
siento que en una relación, mientras estén juntos (aunque sea con
dificultades, manteniendo la conexión con el sedal y se esté
despertando y alimentando la vida), hay oportunidad para ésta.
La relación es
una historia mutua, en la que hay un
enredo que los une. La huída del pescador simboliza todos esos miedos
que afloran ante el encuentro con el amor y su inseparable
consecuencia: la aparición de la Mujer Esqueleto.
Este encuentro lo
veo desde la perspectiva de la
redención de la mujer o del castigo (Pinkola Estés lo ve desde el punto
de vista del encuentro del amor para el hombre; ahí lo femenino
descarnado, la Mujer Esqueleto, será su gran maestra, quien le va a
enseñar el significado y la esencia del amor). Para mí, lo femenino,
para la Mujer Esqueleto, el hecho de estar enredada y ser llevada a un
lugar de contención e intimidad, de calor, de compasión, le permite
redimirse, y empieza a aparecer la vida en el ámbito de las necesidades
humanas.
Y es esta actitud
del pescador hacia la Mujer
Esqueleto, o el Ánima del hombre, de compasión, de cuidados en el
acomodar sus huesos, de darle cobijo, lo que la redime. Esta actitud es
la capacidad de conmovernos, de tener compasión ante lo doliente, ante
lo no bello del otro, y acogerlo amorosamente.
La función del
desenredo es muy importante... en
nuestros miedos frente al otro tenemos que desenredar el hilo en el que
fuimos atrapados ambos, y entender esta acción. Ese hilo nos jala, nos
une, pero lo tenemos que desenredar para retomar nuestra individualidad
y relacionarnos con las menos proyecciones posibles. Y es sólo así que
puede emerger el acompañar al otro, el entender al otro, a partir de lo
que éste es y no de lo que quisiéramos que fuera.
Y cuando podemos
comprender al otro es que surge esa
confianza de ser recibidos y de recibir. Algunas personas describen la
confianza como un hilo delgado que une a dos personas; hilo que cuando
se rompe se puede anudar, pero entonces, al deslizar los dedos sobre
éste habrá ya un tope, un detenimiento; por eso es tan importante el
desenredo y el vernos uno al otro, y lograr la confianza, que es lo más
difícil. En esa confianza podremos, como el pescador, dormirnos al lado
del otro, el que antes nos era ajeno, extraño.
En el cuento, es
interesante que la Mujer Esqueleto
beba la lágrima que emerge del pescador en su estado inconsciente. La
lágrima emerge generalmente para refrescar la sequedad, en ocasiones
como muestra de alegría, pero sobre todo como muestra de dolor. Se dice
que una lágrima de dolor es la gota del ámbar, como en los mitos de las
Meleágrides y de las Helíades, y son algo muy valioso; además, en la
Mujer Esqueleto es lo que apaga su sed de mucho tiempo. Es aquí cuando
en la relación se da ya una correspondencia de sentimientos, y a través
de ésta puede haber una transformación en ambos.
Ella bebe la
lágrima, y a continuación le saca el
corazón; el sonido del corazón es como un tambor que resuena, que da
vitalidad, es decir, significa los sentimientos, los afectos, la vida.
Es a través de los sentimientos con ese sonido que ella comienza a
recuperar la carne, lo que la hace humana, mujer, lo que la cura, al
transformar el castigo inicial en el encuentro de la relación de amor
con el otro. Es a través de los latidos como ella va recuperando, parte
por parte, su cuerpo, su sensualidad, su feminidad, su Ser.
Y es entonces, al
reencarnarse, al volver a tomar
carne, al recuperar su sensualidad y su forma de mujer viva, que puede
acompañar al hombre, en una nueva forma de relación.
Finalmente, todos
esos aspectos y afectos inconscientes
que antes se la comieron, ahora, al transformarse, al redimirse, a
través de la compasión y los cuidados de él, los van a nutrir por el
resto de sus vidas. Es cuando en la pareja podemos hacer conscientes
nuestros deseos, anhelos, frustraciones, miedos, y llevarlos a cabo en
la vida, ¡pero en forma creativa!
Dra. María
Guadalupe Abac Archundia
Julio, 2013
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