Tema del Mes > Junio de 2011 |
Nota: Lo invitamos a participar,
enviando a nuestro E-Mail
sus comentarios respecto al Tema del Mes y Temas de Meses anteriores, que con gusto haremos llegar a los autores respectivos.
Diariamente, al amanecer, la hadita espera ansiosa
a su Rey de orgullo y de espada,
para recrear juntos su espacio
exclusivo vestido de magia. Pero siempre llega el momento
en el que se
presenta la bruja de los cabellos dorados que caen a forma de río
y con sus hechizos atrae al Rey alejándolo de la hadita que no oculta
su fastidio.
El héroe
Uno de aquellos días soleados en el jardín, la calma
se interrumpe por un intenso grito del Rey. Lleno de furia y cólera
azota las manos, hace caer cosas a su paso con gran escándalo y su voz
se oye aún fuera de su reinado. La bruja dorada, tan hermosa como
siempre con su vestido luminoso de fierro, intenta detener al Rey con
sus encantos y hechizos, pero él la ignora. Su rabia termina por quemar
y destrozar gran parte de las flores de su jardín y solo entonces,
vuelve la calma.
Todo
quedó inmóvil y en ese silencio el Rey logra percibir la triste mirada
de desilusión de la bruja dorada. La hadita indignada ante la actitud
de la mujer de los cabellos de río, vuela frente a ella con la cabeza
erguida y llena de orgullo, se acerca al Rey, lo toma de la mano y lo
conduce a la cima de una montaña donde juntos pudieran contemplar el
infinito horizonte al que podría el Rey extender sus dominios, sin la
intervención de aquellos que, como la bruja, no lo comprendían.
Al poco tiempo el cielo rojo anuncia el ocaso, el sol desaparece, más la honra del Rey permanece un día más intacta.
El Rey recurre a la Pitonisa
Obscuridad, noche de luna nueva, no hay luz que
alumbre los campos y todo parece ocultarse bajo un espeso negror. El
Rey duerme, mas un sueño inquietante lo turba toda la noche. En él se
ve a sí mismo viejo, con su cabello emblanquecido y su cuerpo
debilitado. Ve a su hadita que se acerca vivazmente a él como siempre
suele hacerlo, pero descubre que sus alas se van desapareciendo, no
viste ya de luz y no puede más volar. Han pasado los años, se ha
desvanecido su magia pero la hadita sigue siendo una niña, sus chapitas
son rosadas y su cuerpo y su mirada no muestran madurez. La bruja aún
luce su vestido hermoso de fierro, solo que ahora la ha hecho aún más
inaccesible y el silencioso duendecillo ha perdido su inquieta
creatividad.
El Rey despierta alarmado sin comprender el sentido
de su sueño, así que para conseguir claridad decide ir en búsqueda de
la Pitonisa de leones y serpientes. Esta misteriosa mujer es temida por
el alto costo de la transformación que provocan sus palabras en la
persona que las escucha. Ella habita en la cueva en la que la intuición
y la oculta sabiduría de la serpiente se reúne con la inteligencia
solar y el ardiente instinto del león. Para ser recibido el
visitante debe llegar caminando desde su casa con los pies desnudos
sintiendo la tierra. Conociendo esto, el Rey se quita por primera vez
sus pesadas botas de fierro que lo protegen de sus enemigos y se
encamina en búsqueda de la Pitonisa.
Después de tres largos días de peregrinaje el Rey
llega a su destino. Entra en la cueva de leones y serpientes, la
obscuridad y el aire helado que hay allí, le despiertan y le agudizan
los sentidos. Avanza lentamente a tientas hasta el momento en el que
empieza a sentir un ligero calor que va aumentando conforme una luz va
acercándose a él. Finalmente distingue entre las sombras a una mujer,
la intensidad de su presencia es tan fuerte que el Rey comprende la
razón por la que ella habita dentro de un lugar tan frío. Es la
Pitonisa, su abundante cabello escarolado e indómito refleja su
enérgica naturaleza y parece inverosímil que por esa misma esencia
camine mostrando ya cierto cansancio. Su singular vestimenta oculta
remembranzas que solo ella conoce, su paso firme y su mirada fija son
de quien se hace presente plenamente en el espacio y en el tiempo en
los que está. Ella sigue avanzando hasta detenerse entre dos muros
sagrados, uno rojo y uno verde, el significado de ambos son un enigma
para el visitante y aunque la razón de su valor se deje a simples
especulaciones, estos reflejan el misterio con el que la Pitonisa se
expresa en su vida. Es entonces cuando el Rey le cuenta su sueño, con
temor de lo que obtendría como respuesta. En efecto, conforme la sabia
mujer inicia a hablar, el Rey ve que sus palabras salen en forma de
fuego. Él en un instante, saca su espada para defenderse de ellas, pero
estas ya arden en sus oídos, él grita con furia intentando silenciarla
y no soportando aquellas palabras que suenan a desprestigio,
humillación, coacción, derrota, sumisión y deshonra, sale corriendo
deseando no haber acudido a la ayuda de la mujer que reúne las fuerzas
de la serpiente y el león.
El Rey agotado y entristecido camina
lentamente hacia su reinado intentando purificarse de las imágenes que
la Pitonisa había declarado, pero éstas como fuego en su memoria
continúan intoxicando cada uno de sus pensamientos. Después de cuarenta
noches de batalla silenciosa, llega a su tierra resignado y decidido a
seguir los consejos de la sentencia recibida.
Humanización del Rey
El Rey se detiene frente a la entrada de sus dominios y se quita cuidadosamente su corona, la entierra bajo sus pies y siente cómo se deslinda de su gloria y supremacía para sentir por primera vez su propia piel. Después, lanza a lo lejos su espada con la que derrumbaba todo tipo de barreras, reconociendo su naturaleza voraz e inclina la cabeza, sometiéndose a los ciclos de la luna que rigen la tierra. Por último, deja caer su capa roja que protegía su imagen de no develar debilidad alguna. Ahora sí, desvestido de su heroísmo y sintiendo la vida correr por sus venas, entra a su reinado con una actitud y una visión renovadas.
Al
abrir sus ojos el padre se encuentra con una niña sin alas, ni luz
mágica, sino a una hija sonriente, con las mejillas sonrojadas y su
cabello lacio y castaño que cae desordenadamente sobre sus
hombros. Ella observando a su alrededor, reconoce no estar en un
jardín floreado cercado y protegido por un Rey, sino en un mundo
infinito por conocer lleno de cosas maravillosas y desafiantes; siente
limitantes en sí misma y descubre habilidades propias que la dejan
sorprendida.
“¡Antje!”
escucha que alguien la llama con una voz dulce que le parece reconocer.
Al voltear, ella ve los cabellos largos dorados que caen a forma de río
y se detiene por un momento al encontrarse con la mirada tan
suave y amorosa de su madre. Antje corre hacia ella para ser recibida
con un abrazo que la nutre de calma y descanso, sus manitas acarician
el vestido rosado de seda y mientras escucha lo que le susurra al
oído va comprendiendo la razón por la que su padre parecía hipnotizarse
con sus palabras. De repente, Antje brinca de un susto al oír un
grito del que parecía ser de un duendecillo inoportuno y por primera
vez se siente atraída por esa vocecilla tan única. Ella corre tras su
hermano para aventarse juntos a su cubo de juguetes donde ríen a
carcajadas.
¡”Papá!” gritan los dos niños disfrutando de sus juegos. El Padre gustoso los contempla y poco a poco el mensaje de la Pitonisa va esclareciéndose en su mente: el haber permanecido con la imagen de héroe lo habría convertido algún día en villano. Vivir el rol del Rey omnipotente, lo habría privado de conocer a su hija en verdad, pues los Reyes solo tienen reinas, hadas y princesas a su alrededor. Ambos padre e hija sacrificaron una fantasía que compartían juntos, pero gracias a esto, recuperaron a cada miembro de su familia. Aún más que eso, para Antje, perder a su héroe y dejar de ser el hada del Rey, significó para ella ganarse a sí misma. "Este fue el cuento de un padre que hizo un acto heroico por amor
y es el cuento de una hija que recibió el regalo de poder iniciar a vivir la magia de su propia vida." Viviana, 2011 |
Comentarios
por Dra. María Guadalupe Abac Archundia Es curioso observar que tanto el padre débil como el padre héroe abandonan a los hijos y, por consiguiente, estos quedan anhelantes y sin capacidad de relación, pues no hay a su alcance una figura de hombre, humana y real. Recordemos que el Principio del Padre nos provee de autoridad interior y, además, de un desarrollo sano del espíritu. Este cuento es parte del trabajo psíquico de Viviana, para convertir a su padre interior ya no en un héroe sino en un ser común y corriente, que le permita la relación consigo misma y con sus potencialidades. Una fijación a la figura del padre origina el arquetipo llamado Puella: la hija del padre, que puede hacer que la mujer desarrolle un síndrome de la eterna niña o la eterna muchacha, la princesa, la joven que busca el conocimiento para complacer al padre. Otro punto interesante en el fenómeno de la Puella es que, cuando el padre es un héroe solar, un hombre grandioso, puede provocar en la niña el sentimiento de no poder alcanzar esa grandiosidad y, por lo tanto, no ser suficiente por ella misma, porque el padre está tan ausente que ella no es tan valiosa para ser amada. Y entonces, por tener siempre un sentimiento de no valer, de ser débil, de ser imperfecta, de baja autoestima, desarrolla un espíritu competitivo que mata la posibilidad del eros en su vida personal. Lo que ella plantea en el cuento es que el padre solar, en lugar de salir al mundo a lograr triunfos que lo coronen aún más de poder o dinero, deberá hacer un viaje interior para lograr el sentido propio de su humanidad y, en esa forma, poder darle a sus hijos una perspectiva más real del logos, del espíritu y de la capacidad de penetración al mundo, de realización y concreción. En el cuento vemos, apreciamos, cómo el padre tiene que transformarse en un ser humano para poder relacionarse con su mujer, su esposa, para que así ella no se convierta en la bruja, en el hada mala, y sus hijos puedan ser únicamente niños y disfrutarse en la cotidianidad de la que hablamos, esa de la realidad de todos los días. Al humanizarse, el padre puede presentar sus emociones, afectos, de una manera que invita a la cercanía, a la relación amorosa entre su familia. Es interesante también el hecho de que el cuento presente la rivalidad con la madre y los celos con el hermano pequeño, y es sólo hasta que se humaniza el padre que puede haber una relación amorosa entre los cuatro. Dra. María Guadalupe Abac Archundia
Junio de 2011 |