Tema del Mes  > Marzo 2009

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El sueño del héroe en "El general en su laberinto"
Por Patricia Ortega Henderson

Gracias a Patricia por su nueva colaboración, ahora con este artículo acerca del libro de Gabriel García Márquez, "El general en su laberinto", que atisba a uno de nuestros héroes latinoamericanos, Simón Bolívar, a través de uno de sus sueños.

Este material onírico de Bolívar se presenta cuando él apenas cuenta con 3 años de edad (es interesante hacer notar que es en esta etapa evolutiva en la que el niño promedio empieza a recordar sus sueños, a compartir sus cosas, cuando idealiza a los padres, comienza a tomar ciertas responsabilidades, es el tiempo de los primeros cuestionamientos) y será preludio de enormes dificultades en su vida y en su tarea de héroe, así como de un destino trágico (que es, generalmente, el destino del héroe que tiene influencia materna, como Heracles: “...y lo único que dejó intacto, flotando en el espacio, fue el óvalo del espejo del tocador de su madre”).

Los héroes son, a la vez, seres de origen humano y divino; su tarea es abrir brecha en el vivir, para los otros humanos. El héroe corresponde a ese aspecto de la psique que tiene que luchar para obtener conciencia. Todo héroe, como diría Jung, simboliza la potencia del espíritu.

Aquí nos encontramos con un héroe guerrero, originado por un impulso evolutivo que combate para la liberación e integración de algunos países del sur del continente americano. Pero su destino es trágico, y así está marcado en el sueño por la voracidad de esa “mula con dientes de oro”, simbolismo que tan bien nos amplia Patricia.

¡La tarea de cualquier héroe es vencerse primero a sí mismo! Y en la narración de García Márquez, dado el trágico final que describe, parece ser que Simón Bolívar no logró este triunfo. Su destino estuvo marcado por aspectos de voracidad estéril, de avidez sin límites, de titanismo; éstos destruyen -insaciablemente- incluso a los valores espirituales...  ¡tal como ahora le sucede a nuestro sistema!

Como hemos mencionado ya, en artículos de meses anteriores, Editorial Fata Morgana sigue preocupada por este derrumbe mundial del sistema económico y social… ¡se derrumban los valores capitalistas! ¡Los devora nuestra propia “mula con dientes de oro”!

Si Bolívar hubiese podido triunfar sobre sí mismo, quizá su final como ser humano no hubiese sido tan terrible... ¡esperemos que nuestra sociedad, que en muchos aspectos se ve retratada en este héroe,  tenga un destino distinto!

¡Disfruten con la lectura del trabajo de Patricia, que ilustra muy bien el tema que nos preocupa!

María Abac Klemm


El sueño del héroe en "El general en su laberinto"
“El sueño del general empezó a desbaratarse en pedazos el mismo día en que culminó”


La novela de Gabriel García Márquez "El general en su laberinto"(1) narra la historia de un sueño, pero no se trata del sueño que movió al héroe a crear la nación más grande del mundo, sino del significado profundo del drama del hombre condenado a un ir y venir en busca de su propia identidad, integración y completud en el laberinto de su vida. Esta novela histórica, es el sueño de ida y vuelta de Bolívar, el héroe y el hombre.

Simón Bolívar nació dotado de cualidades y recursos excepcionales, predestinado para una misión. Pertenecía a la aristocracia criolla, se educó como un príncipe, siguió la carrera militar, montaba a caballo y se entrenó para la batalla, la defensa del territorio y el poder.

Sus maestros fueron Simón Rodríguez, a quien escribió a los cuarenta y un años: “Usted formó mi corazón para la libertad, para la justicia, para lo grande, para lo hermoso”. Su forjador intelectual en Madrid fue el sabio Marqués de Ustáriz. En París, aprendió francés, admiró a Napoleón y Humboldt le abrió los ojos para ver que él era el hombre que las colonias españolas de América necesitaban para la independencia.

Y, casi sin esperanza, se enfrentó a un sueño imposible: arrebató al dominio español un continente cinco veces más grande que Europa, dirigió veinte años de guerras para mantenerlo libre y unido y lo gobernó con pulso firme… Así comienza la fabulosa historia del héroe cuyas glorias han contado historiadores, novelistas y poetas como uno de los grandes héroes iberoamericanos.

García Márquez, además de esta carrera ascendente de triunfos y de gran éxito, agrega a su novela el largo y oscuro camino del héroe de regreso al origen, a la muerte, lo cual corresponde a la tarea de la segunda mitad de la vida, a lo que C. G. Jung llama el proceso de Individuación.

El general en su laberinto empieza el triste sábado ocho de mayo de 1830, cuando Bolívar sale de Bogotá hacia su destino final. García Márquez va pintando a un ser en estado de éxtasis que parece que ya no es de este mundo; con magistrales pinceladas va dando forma a la patética figura de un hombre envejecido prematuramente, enfermo, derrotado, perseguido, incomprendido, injuriado, desengañado del poder, pobre, solo, loco.

“A la hora de las cuentas finales, él mismo parecía ser el más sorprendido de su propio descrédito”… “Ya no soy yo”… Es un “fantasma”. Se había “perdido en un sueño buscando algo que no existe”. Su destino se le reveló en un sueño profético que tuvo en la hacienda de San Mateo a los tres años. Era su recuerdo más antiguo y fue el tema que lo persiguió y dirigió toda su vida. Este sueño fantástico no lo entendió nadie; el mismo Libertador no lo entendió.

“Soñó que una mula negra con la dentadura de oro se había metido en la casa y la había recorrido desde el salón principal hasta las despensas, comiéndose sin prisa todo lo que encontró a su paso mientras la familia y los esclavos hacían la siesta, hasta que acabó de comerse las cortinas, las alfombras, las lámparas, los floreros, las vajillas y cubiertos del comedor, los santos de los altares, los roperos, y los arcones con todo lo que tenían dentro, las ollas de las cocinas, las puertas y ventanas con sus goznes y aldabas y todos los muebles desde el pórtico hasta los dormitorios, y lo único que dejó intacto, flotando en el espacio, fue el óvalo del espejo del tocador de su madre”. (p. 30)

La riqueza de las imágenes y los símbolos reunidos en este sueño expresan el destino trágico del héroe y el drama arquetípico que el texto de García Márquez nos hace vivir. Aquí analizamos, brevemente, algunos significados.

La “mula” representa las energías movidas por la voluntad así como los medios para alcanzar el objetivo; sin embargo, ésta es estéril. Es “negra”, sombra, tinieblas, muerte, depresión. La “dentadura” es agresividad, virilidad, mesianismo. De “oro”, aspecto solar masculino, poder del dinero. Se mete en la “casa”, la psique, el alma. “Come”, devora, destruye todas las cosas incluyendo a los ”santos de los altares”, los valores religiosos y espirituales. Mientras “la familia y los esclavos duermen” son inconscientes, no ven, no entienden. Y lo único que dejó intacto “flotando en el espacio”, en otro mundo, en la nada, fue el óvalo del espejo del tocador de su “madre”, vida, receptividad, ternura, nutrición, juego, capacidad de relación, belleza, espiritualidad.

La idea de comer, devorar, destruir, es un tema recurrente en los sueños del general. Sueña a su enemigo Santander con un libro sobre la panza que no lee, sino que le arranca las páginas y se las come… el conocimiento es devorado; no es asimilado vitalmente y convertido en sabiduría.

Se sueña cubierto de cucarachas… infectado por una plaga de insectos. En otro, Santander se había sacado los ojos porque le estorbaban para comer… Santander, en el sueño, es la sombra de Bolívar que, como Edipo, se arranca los ojos porque no puede ver la destrucción de la sombra que el héroe deja al paso de las conquistas.

Sueña a Caracas “una ciudad en ruinas que ya no era la suya, con las paredes cubiertas de papeles de injurias contra él y las calles desbordadas por un torrente de mierda humana”.

Sueña que estaba en Santa Marta, pero no era Santa Marta sino Caracas, “era una ciudad muy limpia, de casas blancas e iguales, pero la montaña impedía ver el mar”… Mar, inconsciente colectivo, profundidad maternal y lugar de renacimiento. El general no tenía salida al mar, estaba derrotado.

“En uno de esos escrutinios del pasado, perdido en la lluvia, triste de esperar sin saber qué ni a quién, ni para qué, el general tocó fondo: lloró dormido”… Había recorrido el laberinto de su vida cabalgando sobre una ilusión de grandeza, poder, y liberación.

Huérfano de madre a los nueve años y viudo a los veinte, Simón buscó siempre la imagen femenina… “Con todo lo que él apreciaba su vida y su causa, cualquier cosa le parecía menos tentadora que el enigma de una mujer hermosa”… Tuvo muchas mujeres. Se jugó la gloria por más de una de ellas. Lo consolaron, lo cuidaron, lo ayudaron, lo alimentaron, lo admiraron, lo amaron, le temieron.

Manuela Sáenz era su única confidente, la guardiana de sus archivos, su lectora más emotiva, pertenecía a su estado mayor con el grado de coronela y fue la única y la última mujer con quien él mantuvo una relación de amor significativa y continuada. El 25 de septiembre de 1828, Manuela lo salvó de un intento de asesinato.
 
Su búsqueda de lo femenino no era sólo una necesidad sexual sino, sobre todo, una necesidad del alma. Lo único que queda intacto en su sueño profético es el óvalo del espejo de su madre… sólo una forma externa, falta el espejo que refleja la imagen… como un recuerdo lejano del paraíso, flotando, lo intocable, lo inalcanzable, lo fascinante, como el máximo valor que hace falta.

Buscaba a su madre a quien recordaba de niño dándole de tomar leche tibia con miel de abejas. La madre es la tierra prometida de la libertad que mana leche y miel. La libertad es lo femenino inalcanzable.

La historia dramática del sueño llega a su fin una triste noche de derrota. Pero el general no vio que la derrota, lo que tenía que morir, era su propia máscara de héroe para que pudiera nacer algo nuevo y más grande. “Estoy condenado a un destino de teatro”… El adversario a vencer era él mismo; debía trascender el ego heroico.

El general en su laberinto es el sueño de un viaje sin tiempo ni espacio. Es un aparecer y desaparecer del presente al pasado y al futuro. Es sueño y realidad, triunfos y fracasos, amores y odios, vida y muerte. Es un ir y venir de acá para allá en un laberinto interminable.

Es un aquí y ahora que nos muestra el camino hacia la Individuación, hacia la trascendencia del ego, hacia nuestra verdadera libertad interior y autenticidad. Y, el sueño del héroe en El general en su laberinto es, asimismo, una manifestación de lo que nos falta a nivel personal y colectivo: la integración del Principio Femenino positivo en el alma de las mujeres y los hombres de hoy. Bolívar, el Libertador, sigue vivo en la novela de García Márquez.

(1) Gabriel García Márquez, El general en su laberinto, Editorial La Oveja Negra, Bogotá, Colombia, 1989. 285 pp.
 
Patricia Ortega Henderson es licenciada en Filosofía, psicoterapeuta individual y de pareja de orientación junguiana y musicoterapeuta GIM (Guided Imagery and Music), Fellow of the Association for Music and Imagery. Creadora de talleres sobre lo Sagrado Femenino en Oaxaca y Estados Unidos. Fundadora del círculo de mujeres zapotecas Dijagunaa (Palabra de mujer). Investigadora de aspectos del Arquetipo Femenino en la cultura mexicana antigua y contemporánea.


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