Tema del Mes > Marzo 2008


Homenaje a la doctora y analista junguiana
Sonja Marjasch
(1927-2007)

El pasado noviembre, estando de viaje por Suiza, me llegó una desagradable noticia: fui advertida de que Sonja Marjasch estaba muy enferma, pero que sí sería posible verla para poder despedirme de ella. Esta coincidencia de tiempos y espacios, originada por un evento no grato, la considero muy afortunada y oportuna, pues trajo a mí una hermosa reconciliación con quien fuera mi analista, maestra y amiga.

Fue durante el "I Encuentro Interdisciplinario, Símbolos y Arquetipos en el Hombre Contemporáneo" —organizado en la Ciudad de México, en 1991— que se dio mi separación de la sociedad junguiana que yo había fundado en el país, a mi regreso de Zurich; esta disociación marcó también mi alejamiento, por muchos años, de Sonja, a quien invité como conferencista de dicho evento.

A partir de ese momento se abrió para mí la posibilidad de encontrarme conmigo misma; de descubrir que a pesar de ser psicóloga por formación, mi base —mi naturaleza— es de artista. Separándome del grupo junguiano y caminando sola, me afirmé como "Artista del alma", logro en el que Sonja participó en forma indirecta pero contundente.

El reencuentro con Sonja, hace unos meses, me permite cerrar un círculo que ha sido muy creativo para mí, nacido de aquella separación. A ella le agradezco toda su aportación y riqueza de conocimiento. Sonja fue también una "Artista del alma"; un ser cuya alma contuvo una abundancia de vitalidad y de creatividad.

Se fue una mujer muy original, como analista abrió siempre posibilidades a la creatividad de la psique; una persona de un sentido del humor muy especial; un ser relacionado con la naturaleza de forma única y peculiar (recuerdo nuestras sesiones de análisis, donde compartíamos en su casa con el gato, el perro, los ratones y los pájaros).

Hasta pronto Sonja, ¡Que tu viaje a la integración con la esencia haya sido tan bello y rico como tu vida! ¡A nosotros nos queda lo bello de tu alma!

En este último encuentro con ella, me entregó el documento con la ponencia que dio en el congreso ya mencionado, con la indicación y autorización para publicarlo en español. ¡Es para mí un gozo, un placer, compartir el legado de Sonja con Ustedes!

Dra. María Abac Klemm



Símbolos en transición
Autor: Dra. Sonja Marjasch
(Parte 1 de 2)

Una contribución al:
I Encuentro Internacional Interdisciplinario
Símbolos y Arquetipos en el Hombre Contemporáneo.


Realizado en la Universidad Autónoma Metropolitana.
Xochimilco, Ciudad de México, 1991.

Mi sincero agradecimiento a:
María Abac, Claire Bonney, Siri Ness, Gaby Rüfenacht y Marc Zumstein.


Suklea Press
Aesch-Forch, CH
Edición Privada, 2006




Damas y caballeros:

Agradezco mucho la invitación, el que hayan venido aquí y el mostrar interés en “Los símbolos en transición”.

En lugar de hablar sobre los símbolos, quisiera intentar introducirlos al entendimiento simbólico, que incluye la experiencia sensorial del cuerpo. Con el fin de evocarlo en ustedes usaré diapositivas, que seguramente serán más elocuentes que las palabras (aquí, reemplazadas por fotos).

No existe algo que se entienda como símbolo aislado. Un símbolo siempre forma parte de una red de símbolos. Si este se separa de la red, el campo energético numinoso se colapsa y se convierte meramente en un signo convencional. Esto sucedió recientemente en la Unión Soviética; en el transcurso de los eventos dramáticos, la bandera roja con el martillo y la hoz —alguna vez símbolo de la Revolución— se convirtió meramente en el signo del partido comunista, mientras que la vieja bandera rusa de rayas se volvió el símbolo entusiasta de la esperanza en la libertad del pueblo. “Yo no sabia que los símbolos siguen siendo tan importantes”, me comentó un joven observador del oeste. Para mí es una coincidencia muy significativa el hecho de que justo en este periodo se llevó a cabo el plan de hacer la traducción al ruso de la Colección de Obras Completas de Jung.






En el cambio de estaciones, por lo menos en Suiza, un símbolo puede tornarse en un mero signo y puede regresar recargado de energía cuando es su tiempo de resurgir. La costumbre de pintar huevos en Pascua es muy antigua. El huevo decorado sigue siendo un símbolo potente. Se prefiere el color rojo, porque introduce al huevo blanco dentro de la red simbólica de sangre, muerte, y renacimiento, fecundidad y renovación. Fuera de la estación, el color rojo tiene un carácter significativo en Suiza; cuando compramos en una tienda huevos “blancos” significa huevos frescos, mientras que los “rojos” significan huevos duros-cocidos.










Un símbolo también puede tener otro destino, que para mí es alarmante; y con el fin de transmitirles este aspecto que me inquieta, les muestro las siguientes dos fotos:

 

Una, la pintura de Piero della Francesca, “La Virgen y un coro de ángeles adorando al Niño Jesús”; la otra, es un anuncio comercial navideño de una tienda muy exclusiva en Suiza.

¿Qué ha pasado?

El símbolo del Niño Jesús, como regalo de Dios a la humanidad, ha cambiado para muchas personas por la costumbre de intercambiar regalos bajo el árbol de Navidad. Al ser Suiza un país tan rico, los regalos no satisfacen las necesidades reales, así que la envoltura se ha vuelto cada vez más importante. A los empresarios de esa tienda, se les ocurrió volar a Japón y traer a una señorita que era experta en hacer envolturas exquisitas. En su anuncio, se muestran ella y tres hombres de negocios, representando a los Reyes Magos, adorando en lugar de al Niño Jesús, preciosos estuches vacíos.

¿Cómo pudo suceder esto?

Entre todas las respuestas posibles, yo creo que tiene que ver con la falta o pérdida del entendimiento simbólico. El entendimiento simbólico no es lo mismo que el conocimiento simbólico, o mejor dicho, el conocimiento sobre el significado de ciertos símbolos. Este tipo de conocimiento siempre ha estado en poder de los especialistas, ya sea en el campo de la teología, la psicología, la etnología o la historia del arte. El conocimiento simbólico está generalmente relacionado con los símbolos de las llamadas grandes religiones. El historiador clásico Martin Nilsson, compara las grandes religiones con los bosques de árboles altos y las religiones folklóricas y su arte, con los arbustos. Los arbustos se caracterizan por proteger su tierra de la erosión. El arbusto es increíblemente tenaz y desaparece únicamente cuando todo el sistema ecológico cambia. Y en estos momentos es lo que está sucediendo. Los arbustos se están desvaneciendo junto con su equivalente psicológico de las religiones y arte folklóricas vivientes. El vacío psicológico se llena en parte con la publicidad, otorgando alguna especie de entretenimiento visual, pero sobretodo, por lo que llamo "psychokitsch" (psicotizante).

Cuando un coleccionista occidental le preguntó a una tejedora de Afganistán si ella sabía el significado de los símbolos geométricos de su alfombra, ella le respondió, “Sí, pero no en mi cabeza, en mi corazón”. Y nosotros le podríamos agregar, que lo sabe en su corazón y en sus manos. El entendimiento simbólico es el sentir y el actuar, que te llevan a una conciencia de la acción, que sigue siendo muy distinta al saber. El saber es el último paso, pero éste se nos puede escapar en el aire sin el entendimiento simbólico como su fundamento.

México sigue siendo un país muy rico en religión y arte folklóricos. Esto es una herencia muy valiosa de la que nosotros podemos aprender muchísimo. Al decir "nosotros", incluyo a los psicólogos europeos. El arte folklórico siempre es religioso, porque expresa que “Debe haber más que el todo”. Un jarro decorado o bellamente formado dice, “Hay más en un jarro que su mera función”, lo mismo con un pedazo de tela bordada. Con este “es más que” el arte folklórico participa en el reino de la imaginación; por decirlo de forma popular, tiene un pié en la vida práctica cotidiana y el otro pié en el mundo en que las cosas milagrosas pueden pasar. El arte folklórico y los sueños son “un lujo necesario”. Podemos vivir sin recordar los sueños, pero esa vida se acerca meramente al buen funcionamiento, como una máquina bien aceitada.

Como contraste a las grandes religiones, las religiones folklóricas y su arte se expanden sobre áreas vastas y se parecen entre sí en esencia; éstas nos brindan un terreno excelente para intercambiar experiencias de entendimiento simbólico. Ahora procederé a dar algunos ejemplos, tomando como punto de partida tres objetos de arte folklórico mesoamericanos, que son parte de mi espacio de trabajo y se han convertido para mí, debido a la naturaleza de mi trabajo, en muy significativos. Los compré muy baratos en Suiza, lo que significa que no cambiaron mucho de manos desde su creación por el artesano hasta llegar a mí.

Vivo y trabajo en las afueras de Zurich, en la casa de una granja que tiene 200 años, con muchos escalones, donde los cuartos se encuentran en diferentes niveles y las proporciones de ángulos rectos son raras. En la puerta que lleva de la casa al granero, cuelga una mola que me da placer cada vez que la cruzo. La mola fue hecha por una mujer Cuna, que vivía en una isla fuera de Panamá. Anteriormente, las mujeres Cuna hacían molas preciosas para ponerlas al frente de sus blusas; ahora también las hacen en grandes cantidades para venderlas a los turistas o a tiendas de artesanías y varían en diseño y calidad, pero la técnica básica con la que las hacen es la siguiente:

Apilan capas de telas de diferentes colores. Ésta, en particular, tiene tres: rojo, naranja y azul marino. Primero van cortando la capa de tela de arriba, luego van más profundo, de tal manera que se va revelando el diseño que tenía en mente la creadora. Para lograr un efecto adicional, agregan parches de diferentes colores que se entreponen o se sobreponen.

Los diseños de molas se derivan originalmente de las decoraciones del cuerpo. Las mujeres Cuna empezaron a usar blusas por la influencia de los misioneros. Como último remanente de la pintura del cuerpo, las mujeres Cuna siguen acentuando el borde de la nariz con una línea negra. Pero la técnica de cortar la superficie para mostrar lo que está adentro y el combinar tanto lo interno como lo externo en un patrón significativo, nos sugiere que está más relacionado con la costumbre de tatuarse que con la de pintarse el cuerpo. El tatuarse era practicado por muchas tribus y lo sigue siendo como parte esencial de los ritos de iniciación, especialmente en la pubertad; pero también, en diferentes etapas significativas de la vida. Esta práctica es entendida como una forma simbólica de abrirse hacia una vida espiritual interna, la religión de los ancestros. La conciencia de poder participar en dos mundos, el interior y el exterior, transforma al adolescente en un miembro adulto de la comunidad tribal. Visto dentro de este contexto, se entiende porqué una mujer Cuna adulta sigue usando su más bonita mola en el baile de honor dedicado a una recién iniciada chica.

La aplicación psicológica de lo que he aprendido en la creación de las molas es algo simple, pero me llevó mucho tiempo descubrir lo que estaba detrás de mi fascinación. Primero vinieron a mi mente algunas memorias de infancia.

Cuando yo era niña, algunas niñas mayores en la villa hacían unos tapetes muy bonitos, para ponerlos junto a la cama (fue una moda temporal, no era un arte folklórico suizo). Ellas ponían estrellas de cartulina en un pedazo de terciopelo negro y le pegaban encima tres capas gruesas de lana de diferentes colores. Después, el gran momento llegaba –las estrellas se abrían y revelaban un centro rojo, en medio azul, y un brillante contorno amarillo. Siempre era una sorpresa, pues la combinación de colores variaba. ¡Cómo brillaban las estrellas sobre el terciopelo negro, como un oscuro cielo nocturno!

También, recuerdo con pena y culpa mi desilusión cuando abrí la panza de mi oso de peluche y salió un relleno de aserrín café grisáceo.

Estos recuerdos de niñez rondaban en torno a la mola, lo cual lo hacia muy familiar. Ahora esto me sirve como modelo para crear diferentes niveles de nuestra psique visible. Cada campo psíquico tiene diferente tono o color emocional. La psicoterapia, especialmente la aproximación junguiana, puede ser entendida como un proceso lento de apertura gradual al campo psíquico, capa por capa. Tienes que tener mucho cuidado para mantener las capas juntas y que el total no se desmantele. Para algunas personas es muy difícil aceptar que no son de un solo color. El descubrir un color diferente bajo la superficie que presentan al mundo los hace sentir inciertos y ansiosos, para otros es un impacto moral. Es entonces cuando la labor del analista es sostener y estabilizar al paciente, a través de su confianza en el valor del trabajo conjunto. Pero ¿quién es el que corta? ¿El analista? Existen muchas respuestas a esta pregunta, según la forma de las diferentes técnicas psicológicas. En la técnica directiva, confrontativa, el analista “abre” al analizado. Pero en la aproximación indirecta ¿Quién es? ¿El interior del analizado se abre? ¿Es la naturaleza misma? ¿Y cómo es que lo hace?

Cada noche soñamos y se abren las profundidades de nuestra alma. Frecuentemente, antes de que despertemos ya nos cerramos, pero algunas veces recordamos lo soñado y el simple hecho de recordar un sueño cargado de eventos emocionales, estados de ánimo e imágenes, es en sí mismo una experiencia simbólica. Éste es el recurso natural para la creación de molas y tatuajes.



A principios del siglo XX, artistas como Matisse, Picasso, Klee, Miró y Kandinsky, volvieron sus ojos, para inspirarse, al arte folklórico y tribal. Ellos eran ávidos coleccionistas. Matisse, al final de su vida, hizo radiantes cortes de papel, sobrepuso varios planos de papel de diferentes colores, cortándolos y pegándolos alrededor, haciendo uso absoluto del espacio positivo y negativo en juego.
Comparando la técnica de Matisse con la de las hacedoras de molas, su técnica resulta mucho más compleja y sutil, ya que las formas dan la impresión de que están en movimiento y fijas sólo momentáneamente. Los cortes son como la materialización del proceso psíquico que es visible en los ritmos del sueño y vigilia y van de uno a otro continuamente. Una influencia involuntaria entre abrir y cerrar todas nuestras formas de comunicación.


Con frecuencia nos sorprendemos cuando nuestra pareja no recibe nuestros hechos o palabras como lo hubiéramos esperado. Nos sentimos rechazados o nuestra pareja se siente herida. Lo que sucede es que todo tipo de comunicación es siempre un riesgo, ya que nosotros no podemos ver dentro de la otra persona. Entonces, de pronto un móvil colgante es la mejor forma artística para mostrar las dinámicas de nuestros movimientos psíquicos.


Por ejemplo, en un móvil colgante de Alexander Calder, donde planos de diferentes colores siempre están en movimiento; no obstante este movimiento es a menudo difícilmente visible. Al tocar uno, todos empiezan a columpiarse y tintinear, sobreponiéndose uno al otro o chocando entre sí. ¡Imaginen dos móviles o más, interactuando!. Esto nos hace percatarnos de los límites de nuestro entendimiento y nos hace reír. Lo que nos permite seguir en el juego es la confianza que tenemos en la sabiduría de la vida.

(continuará el próximo mes)


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