Tema del Mes > Enero de 2021

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Espero que este nuevo año 2021 traiga renovaciones en cada uno de nosotros, y que lo aprendido del año pasado, a partir de esta enseñanza del virus, nos sirva individualmente.

El virus puso al descubierto muchos aspectos positivos y negativos, tanto de la sociedad como del individuo, en especial el de nuestra propia voracidad, que en gran medida ocasionó el problema.

Que 2021 abra perspectivas más optimistas, y que los cambios sociales, políticos y económicos sean para bien de la humanidad.

Agradezco a todos los lectores que entraron al Tema del Mes del pasado diciembre, y la gran cantidad de comentarios que recibí, tanto por escrito como de viva voz, y que me hubiera gustado compartirles.

Pero les comparto uno muy interesante, del Dr. Luis A. Bojórquez Tapia, por la reflexión y ampliación que hace sobre la voracidad, a través del ejemplo de matar a la vaca.

Les deseo un 2021 con salud, y bienestar psíquico y económico, y apertura a lo social con respeto y cariño a cada uno de nosotros.


Dra. María Guadalupe Abac Archundia
Enero 2021


¿La voracidad mató a la vaca?
por Dr. Luis A. Bojórquez Tapia

La Dra. María Abac nos regaló toda una disertación sobre la voracidad con su manera por demás divertida. Sin embargo, quedé sumamente desconcertado, hasta perturbado diría yo. Eso es producto de una cualidad de la Dra. Abac: nos obliga a reflexionar. Me adelanto un poco: la fábula de que un poderoso ordena matar la vaca de la que vive una familia, con el fin de dar una lección de vida, primero me sorprendió, luego me horrorizó y al último me develó qué son el mérito y el aprecio.

Por esta razón me puse a revisar el diccionario y (creo) ahora me queda claro qué es esa cualidad de voraz. Ésta se manifiesta como el consumo desmesurado y ansioso, con un deseo vehemente que causa congoja. Si bien contiene un afán ardiente y lleno de pasión, la voracidad es dejarse llevar por caprichos e impulsos que, al final, conducen a la fatiga y la aflicción.

¿Qué significa la familia pobre, la vaca, el poderoso en turno? En lo que nos narra la Dra. Abac, la familia está satisfecha con lo que les da la vaca. Tienen lo suficiente para vivir (ahí me reflejo yo con lo que hasta ahora he logrado). La vaca provee el alimento y quizá hasta compañía y alguna lección de vida. Por ejemplo, yo siempre he admirado la paciencia de las vacas, pastando y oteando el horizonte, sin perturbarse. La vaca subsume o sintetiza mis capitales (ahí reflejo yo mi realización personal, por los logros que me generan satisfacción plena y que no los desvanece ninguna comparación). Pero llega un poderoso y arrogante ser que juzga que a la familia le falta algo, que vive mal, que podría estar mejor (ahí veo los estímulos externos que revelan mi mediocridad: ¡esos logros no son suficientes!). El esbirro ejecuta la orden porque el poderoso, al final, es un cobarde que no puede ejecutar el asesinato de la vaca por él mismo (ahí veo que el poderoso significa un ente que nada más compara, pero no actúa: es intangible e inasequible. Soy yo comparándome. Por su parte, el esbirro es el razonamiento que mata el disfrute de mis supuestos logros: ahora ya no son tan satisfactorios porque siempre hay algo (alguien) más). De todos modos, el final de la historia no es desgarrador. Al contrario, cuando el esbirro verifica qué pasó, un tiempo después de su crimen, concluye que la familia está mejor porque tienen más bienes y más que comer. Es decir, los nuevos medios de vida de la familia la hace menos vulnerable a un entorno cambiante e incierto, quizá su inseguridad alimentaria haya disminuido al diversificar su capital (ya sea el social, el natural, el financiero, el humano o el físico), al haber pasado de una vaca a más medios para obtener la leche, más que otros productores (a los que todavía no les matan las vacas).

Hasta ahí no sé oye tan mal. Pero qué sucede si regresa el poderoso y decide que la forma de vida de la familia puede todavía “mejorarse” un tanto más. ¿El significado del poderoso de la fábula es la voracidad? ¿Cuándo y cómo se transforma él, de un estímulo benéfico a un impulso destructor del placer?

Nos dice la Dra. Abac que el quid del asunto es la cuantificación, que en el momento en que contamos entramos a la voracidad. Creo que ahí está la cobardía del poderoso. Este ser, intangible e inasequible, está fuera de mí, está seguro de que no puedo afectarle porque es la comparación con el exterior. Su poder se basa en la insatisfacción. ¿Por qué la familia no nada más substituyó la vaca? ¿No estaban tan felices como parecía? ¿Qué los motivó a hacerse de más bienes? ¿Qué pasa si el poderoso decide matar todas las vacas?

Es en este punto donde me atrevo a interpretar (qué arrogante soy) lo de la cuantificación. La Dra. Abac nos dice que en el momento en que se cuantifica se entra en la voracidad. Mi sesgo profesional es el contar peso, siguiendo la máxima que el atribuyen a Albert Einstein, que: “no todo lo que cuenta puede ser contado y no todo lo que puede ser contado, cuenta”.

Acabo de estar en dos conferencias. Una con una plétora de genialidades en la que soy un don nadie cuando cuantifico las citas a las publicaciones de los notables. En la otra, mucho más modesta, hasta parezco viejo sabio y me escuchan. Obvio: me sentí mucho mejor en la segunda. El poderoso, no obstante, ha ordenado asesinar la vaca de mis modestas contribuciones académicas. Lo único que puedo hacer es detener al esbirro, controlarlo para que cuente lo que cuenta, y se oponga conmigo al tirano.

La cuantificación siempre es para comparar, y siempre se llega a que hay alguien (algo) mejor. Por eso conviene retomar la distinción que hace Manfred Max Neff entre necesidades y satisfactores. La necesidad de transportarse, por ejemplo, puede satisfacerse con un Mercedes o en el Metro. El esbirro dentro mí debe de controlarse cuando el poderoso vorazmente cuantifica y juzga el tipo de transporte al que puedo tener acceso. Este es un trabajo perpetuo de medir el mérito de lo que merece ser apreciado, para llevar una vida humana como debe ser vivida.

Con su forma tan apasionada de exponer, la Dra. Abac insistió en que no debemos caer en la voracidad. Lo que me deja la plática de la Dra. Abac es que el esbirro (la razón) no debe obedecer ciegamente al poderoso omnipresente que ordena el asesinato de las vacas. Al contrario, debe ser la guía para cultivar con el pensamiento eso a lo que la Dra. Abac llama “el alma”. No llegaré a ser un artista del alma, como se autodescribe la Dra. Abac, pero seguiré su ejemplo. 

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Luis A. Bojórquez Tapia
Director General
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