A nuestros lectores y amigos...
¡¡ Editorial Fata Morgana les desea bienestar psíquico y físico para el
año 2019 !!
También, les damos las gracias por acompañarnos un año más en nuestra
labor de difusión del pensamiento junguiano en idioma español, a través
de los títulos que con gusto ponemos a su disposición.
Para inaugurar el año 2019, en el contexto de la publicación de nuestro
más reciente título:
“En el corazón de El Libro Rojo”,
de Christine Maillard,
... les tengo un excelente escrito del estudioso sevillano don José
Castro Crespo, apasionado del conocimiento profundo, incluido por supuesto lo
junguiano, quien nos comparte un muy interesante escrito, breve en cuartillas pero
muy amplio en conocimiento: “Gnosis, gnosticismo, gnósticos”.
Don José Castro Crespo, quien
sabiamente se auto-define: “Quizás soy alguien que intenta ver lo que
la Realidad me muestra una y otra vez”, nos resalta los paralelismos
entre el camino junguiano de la individuación y los objetivos de las
antiguas escuelas gnósticas, de distintas épocas, culturas y
geografías… y sabemos bien, tal como Christine Maillard lo desarrolla
bellamente en su libro, que Jung también utilizó este sendero en su
trabajo psíquico personal y el de sus pacientes.
¡¡ Les deseo a todos ustedes, nuestros lectores, un excelente año 2019
!!
Dra. María Guadalupe Abac
Archundia
Enero 2019.
Gnosis,
gnosticismo, gnósticos
por José Castro Crespo
‘Gnosis’ (γνώσης) es una palabra griega que significa ‘Conocimiento’,
pero no se trata de un conocimiento cualquiera, no es el tipo de
conocimiento que se adquiere a través del estudio de alguna materia
utilizando la capacidad intelectiva y el razonamiento. Uno podría
memorizar todos los textos escritos sobre la Gnosis y no obtener el
tipo de Conocimiento al que se alude con el término ‘Gnosis’.
Gnosis ejemplifica un Conocimiento cuya naturaleza es completamente
interna e individual, y por lo tanto subjetiva y plena de sentido y
significado. Es el Conocimiento que se desprende cuando el que conoce y
lo conocido se hacen uno, por lo que dicho Conocimiento es sinónimo de
“ser”.
Más que una doctrina, la Gnosis es una forma de encarar la vida, que se
puede considerar como la vía, el camino, o sendero de la reintegración
del hombre, del que el proceso de Individuación de Jung es un fiel
reflejo.
Por su propia idiosincrasia, esta fenomenología del Conocimiento al que
nos referimos con la palabra ‘Gnosis’ justifica la imposibilidad de que
pueda haber un cuerpo doctrinal o un esquema prefijado que delinee con
cierta precisión lo que la Gnosis revela, siendo el símbolo, lo
simbólico y la alegoría los únicos medios por los que alguien puede
revelar el resultado de su experiencia gnóstica, o de un episodio o
acto de Gnosis.
Dado que es una experiencia individual, su expresión será variada,
tanto como individuos la experimenten, aunque aparecerán preñadas de
una misteriosa concordancia de fondo por la que cada gnóstico percibirá
y reconocerá la impronta gnóstica de la experiencia de otro cuando éste
trata de comunicarla. Esto nunca podrá ser reflejado a través de la
literalidad. Por esta razón lo simbólico cobra una importancia de
primer orden para su abordaje.
El Gnosticismo es un término muy mal comprendido por la mayoría de la
gente. Por lo general se le relaciona con determinados movimientos y
agrupaciones religiosas relacionadas con el cristianismo de los
primeros siglos de nuestra era. Pero el gnosticismo no está sujeto a
las delimitaciones en el tiempo ni del entorno, el gnosticismo tiene su
surgimiento en la asunción y reconocimiento del hombre de estar
sometido a las fuerzas oscuras del cosmos (de su psique) y a su escasa
capacidad moral y de consciencia para superarlas con las herramientas
del yo. De ese reconocimiento surge la necesidad de buscar alianzas
para esa lucha cuya meta es liberarse de las cadenas que lo mantienen
atado al mundo material y materialista. Esa alianza la encuentra en su
contacto con el Espíritu que al final será el encargado de rescatar a
su alma caída en el mundo del deseo y de la ilusión, es decir, en el
lenguaje de los gnósticos antiguos, sometida a los Arcontes, que eran
los daemones o genios gobernadores de cada una de las esferas y
que en la práctica gobernaban su cuerpo emocional y mental.
En el momento en que cada uno de nosotros recibe la vida y el alma, es
cogido por los genios que presiden los nacimientos, y que se encuentran
situados en los astros. A cada instante cambian, no son siempre los
mismos, giran en círculo. Ellos penetran a través del cuerpo en las dos
partes del alma, para moldearla cada uno según su energía. Pero la
parte razonable del alma no se encuentra sometida a los genios, sino
que se encuentra dispuesta para recibir a Dios, que la ilumina con un
rayo de sol. Los iluminados así son poco numerosos, y los genios se
abstienen de ellos; pues ni los genios ni los dioses poseen poder
alguno contra un solo rayo de Dios. Todos los otros, almas y cuerpos,
están dirigidos por los genios, se apegan a ellos y aman sus obras;
pero la razón no es como el deseo que engaña y pierde. Los genios
tienen pues la dirección de los asuntos terrestres, y nuestros cuerpos
les sirven de instrumentos. Esta dirección, Hermes la llama el
Destino (Corpus Hermeticum. “Asclepios al Rey
Amon” pag.265-266. Ed. Visión Libros, 1981).
Los numerosos grupos de orientación gnóstica que se formaron en aquella
época eran de corte exclusivamente iniciático, y las distintas escuelas
y corrientes explicitaban sus diferentes cuerpos de enseñanzas que en
algunos casos eran muy dispares. Cada escuela gnóstica tenía su propio
cuerpo de enseñanzas, que más allá de exponer y recomendar ciertos
códigos éticos y morales de conducta a los que se adherían al grupo,
también se daba cabida a la especulación filosófica, a la tradición y a
la magia. Dichas enseñanzas eran fundamentalmente simbólicas, a cuya
esencia y significado se podría acceder a medida que el practicante se
formaba gradualmente, y sólo a través de la experiencia individual de
la Gnosis, no por el aprendizaje literal de sus textos. Esta
diversidad en la exposición de los senderos que cada escuela promulgaba
para acceder a la Gnosis, parecía desembocar en un cierto antagonismo
entre ellas. Un antagonismo más aparente que real, pues todas se regían
por las mismas aspiraciones y propósitos. Serge Huntin en su obra Les
Gnostiques, dice:
“La extrema diversidad de las
especulaciones gnósticas es innegable... La misma diversidad existe en
el dominio del culto y de los ritos, donde las tendencias más acéticas
se oponen a las prácticas más innombrables: en los misterios y las
iniciaciones de los gnósticos vuelven a encontrarse los dos polos
extremos del misticismo.
Es fácil descubrir, sin embargo, un cierto «aire de familia»... a
pesar de las múltiples diferencias y oposiciones que manifiestan.”
Este antagonismo aparente y la variedad de sus enseñanzas teóricas
proporcionaron una de las justificaciones a la iglesia oficial,
amparada ya por aquel tiempo por el imperio romano, para catalogar a
estos grupos de sectarios, con toda la carga peyorativa del
término, de herejes, acusándolos de entregarse a prácticas
depravadas. A pesar de ello, fueron precisamente los movimientos
gnósticos los que crearon las condiciones y pondrían los
fundamentos de la nueva religión cristiana. En realidad, en el
fondo de las motivaciones que impulsaban a la facción oficialista a
denigrar a las escuelas gnósticas era el deseo irrenunciable de ejercer
el poder. En esa batalla perdieron los que menos importancia le daban
al poder, pues para ellos lo importante recaía sobre la realización
personal, estos, claro está, eran los gnósticos.
No obstante, la Gnosis no es, ni nunca fue, algo privativo del
cristianismo. Aunque el gnosticismo como tal es dado a conocer al
mundo, fundamentalmente al mundo occidental, desde los tiempos de su
manifestación en los albores de la era cristiana, lo cierto es que su
existencia es anterior a la era cristiana. Su sello lo podemos
encontrar, por ejemplo en la tradición irania-babilónica; en el
Hermetismo, el cual se encuadra dentro de los movimientos gnósticos por
derecho propio, por lo que también es conocido como Gnosis egipcia,
siendo su principal exponente el Corpus Hermeticum, una antología de
textos que recogen las enseñanzas de Hermes Trismegisto. El corpus que
ha llegado hasta nosotros es, según Hans Jonas:
“... el remanente de una
literatura helenística egipcia de la revelación llamada «hermética» por
la identificación sincrética del dios egipcio Thoth con el griego
Hermes”.
(Hans Jonas, La Religión
Gnóstica: El mensaje del Dios Extraño y los comienzos del cristianismo.
Pag.75. Ed. Siruela, 2000.)
Thoth es el dios egipcio del Conocimiento, y la revelación es el medio
por el que ese Conocimiento (Gnosis) se obtiene. El Islam tiene su
facción gnóstica en los teósofos Ismaelitas y en el misticismo sufí; el
judaísmo tiene su sello gnóstico en la tradición Qabalística. También
encontramos corrientes de clara inspiración gnóstica en el hinduismo y
en el budismo, como por ejemplo en el Dzogchen. En realidad cualquier
tradición puede tener una inspiración gnóstica, pues la Gnosis no está
adscrita en exclusividad a alguna o algunas de ellas, sino que
depende de si sus practicantes toman el cuerpo simbólico de dicha
tradición y trabajan sobre él para favorecer el contacto con las
realidades internas a las que alude de forma directa. Para el gnóstico
el fin primordial de la Gnosis es su propia transformación, la cual es
obtenida por el efecto que la revelación ejerce sobre su alma.
Para el gnóstico, la Verdad transmitida por la Gnosis no es aquella que
ha sido revelada a alguien en particular o en algún momento de la
historia, sino que el Conocimiento revelado en los actos de Gnosis son
tomados como un continuum de toma de consciencia de la Realidad por
parte de cada individuo.
El gnóstico se define por su práctica y por el hecho de enfrentarse a
su sed de conocimiento con libertad de consciencia con el propósito de
desvelar los Misterios de la naturaleza, de sí mismo y de Dios,
impregnando dicha práctica con una actitud religiosa en el sentido
original de la palabra “re-ligare”, reintegrar, reunificar, lo que
implica al mismo tiempo un proceso de fortalecimiento del vínculo con
el sí-mismo implícito en el Proceso de Individuación.
Siendo la Gnosis conocimiento de sí mismo, es al mismo tiempo
conocimiento del sí mismo en Dios y de Dios en el sí mismo del hombre
que se conoce, es decir Hijo de Dios; podemos por lo tanto considerar
al gnóstico simultáneamente Monakos (= solitario), Pneumatikos (=
espiritual) y Elektos (= elegido); en suma Gnostikos, o sea el que
posee el conocimiento de sí mismo.
El Obispo gnóstico Stephan Hoëller dice:
“...Por eso la Gnosis es Religión
Única y Tradición Universal (= Doctrina Secreta), suma y síntesis de
todas las tradiciones parciales de Oriente y Occidente, que con
diferentes lenguajes y bajo los velos más variados ha sido dada en
símbolos a la masa y transmitida de boca a oído durante milenios en el
interior de los Santuarios.”
Aquellos que se sientan atraídos por la Gnosis deben saber que la
Gnosis es una experiencia viva, no un sistema cristalizado, y que de
ella sólo pueden estudiarse sus especulaciones y descripciones
filosóficas, que serán básicamente descripciones simbólicas de la
experiencia interna de quien las expresa, muy semejante a la forma en
la que los antiguos alquimistas expresaban sus hallazgos en el sendero
de su Gran Obra, aunque sin pretender constituirse en depositarios ni
custodios de algún secreto, puesto que si llamamos ‘secreto’ a aquello
que se oculta al observador poco entrenado o atento, entonces hay que
convenir que el secreto se guarda a sí mismo
oooooooooooooOOOooooooooooooo
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