Tema del Mes > Enero 2015

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La función de los ciclos
Por María Guadalupe Abac Archundia

¿Cuál es la finalidad de los ciclos? ¿Por qué las cosas inician y terminan? ¡Porque siempre hay un aprendizaje de sabiduría en el transcurrir de la Vida!

En el devenir natural, tanto en lo personal como en lo colectivo, pueden presentarse situaciones catastróficas, terribles, avasallamientos, terminaciones, conclusiones y, sin embargo, surge la Vida y lo nuevo otra vez.

Observando los ciclos de la Humanidad vemos cómo cambian las filosofías, las religiones, el poder político y el sistema vital también, pero es siempre alentador cuando inicia una etapa —ya sea el Año Nuevo, el cumpleaños, cambio de casa, de escuela, de trabajo— porque hay una esperanza en que el empezar siempre nos renueva de energía, aun aparezcan los miedos viejos.

Esa esperanza nos permite tolerar y aceptar la enseñanza de que nada es para siempre y que en cada ocasión habrá nuevas formas, nueva vida, un nuevo empezar.

Me llegó una imagen en donde aparece una frase que dice: “Si estás buscando a esa persona que cambiará tu vida, échale una mirada al espejo”. Aplicando eso mismo a nivel colectivo, consciente o inconsciente, implica que tenemos que ver el espejo social. En ambos casos, ¡es en nosotros mismos donde tiene que empezar el cambio!

Se me ocurre un ejemplo: si estoy en el Polo Norte, en medio del desierto de hielo, es obvio que no lo voy a poder cambiar sino que, para sobrevivir, tendré que cambiar y adaptarme al cómo y qué hacer estando ahí. Con esto quiero decir que cuando cambian los valores que nos sostienen, tendremos que adaptarnos en cómo hacer para sobrevivir con nuestros valores en contraste con los nuevos exteriores.

Y esta metáfora del Polo Norte no necesariamente aplica en cambios o situaciones drásticas: en la vida cotidiana también hay que ir adaptándonos y comenzar de nuevo cada día. Yo, por ejemplo, muchas veces me pregunto, al despertar y al ir a dormir, qué tengo que cambiar de mí, de mi vida, o ver si logré un pequeño cambio en mi forma de percibirme y percibir al mundo.

Una de las consecuencias de tantos ciclos, de tantos inicios y finales, de tantas vivencias y aprendizajes, es la bendita vejez, donde los cambios son tan rápidos como cuando somos niños, adolescentes y jóvenes, pero ahora podemos darnos cuenta de lo que perdemos, de lo que tenemos que hacer ante esa pérdida y de cuál es el nuevo aprendizaje por asimilar.

Resumiendo, para mí lo interesante es la lucha continua que tenemos día a día para transformar las vicisitudes del alma, del espíritu, y lograr en nosotros ya sean cambios o, si no es posible lo anterior, las correspondientes aceptaciones de lo que no podemos cambiar, y saber qué hacer con esto último.

Es la templanza del alma, es una lucha con nosotros a pesar de nosotros, para lograr la superación de nuestras limitaciones o aceptarlas y focalizarlas, de tal manera que no sean destructivas. Representa la lucha contra nuestra desesperanza, decaimiento, sobre esas tareas pequeñas que pudieran parecer aburridas pero que van siendo los peldaños de la escalera para lograr la satisfacción de nuestros logros.

Como en el Génesis 32 vers. 22-32, donde nos hablan de la lucha de Jacobo con el ángel. Es una imagen que es exactamente todo lo que sublima, lo que exalta el alma, a través de una lucha continua, diaria, implacable, con nosotros mismos, más allá de uno y por encima de las vicisitudes que determina la condición humana.

Esta escena bíblica sirvió de inspiración al pintor Eugene Delacroix (realizada durante un periodo de crisis personal), donde ilustra la lucha que podemos tener contra nuestro propio destino: “La lutte de Jacob avec l’ange”, en la iglesia de Saint-Sulpice, en París.


Y aunque ésta parezca ser una batalla perdida, bien podríamos decir que lo que importa es lo que resulta de esa lucha: la satisfacción de haber enfrentado nuestro aburrimiento, sufrimiento, así como muchas de las cosas que nos desvían de lo que es la existencia real y lo que puede alimentar a nuestra alma y espíritu. En consecuencia, para lograr si no las grandes creaciones, sí la creación de cada día de lo que somos en ese día.

Ahora que terminó el 2014 puedo voltear la mirada hacia atrás y ver qué cambió de mí y de mi mundo, en lo personal y lo colectivo, y entrar esperanzada al 2015, curiosa acerca de qué promesas ofrece o expectativas tengo, y de qué nuevos entusiasmos aparecen ¡¡¡ Lo mismo les deseo a ustedes !!!

Dra. María Guadalupe Abac Archundia
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